Hay que tenerlos bien puestos o ser un bendito chalado para entregar, con la que está cayendo, un álbum triple -en gallego, además- de más de cuatro horas. Hay que ser de una pasta especial para que, además, el rock progresivo, el tropicalismo, el post rock, la psicodelia, el pop dislocado, el folk y hasta el hip hop se den cita en sus surcos, y la maniobra no incurra en un completo dislate. El Apeiron lo ha conseguido, desde su retiro rural en Quins (Ourense), con un segundo álbum que sube la apuesta de su debut (el doble “Chorando apréndese”, de 2009) a través de un tapiz de sonidos absolutamente fascinante, regido por la total ausencia de ataduras estéticas - aunque la ética sí transpira: el compromiso político es evidente - y una personalísima capacidad para enhebrar costuras dispares en un universo tan propio que parece el éxtasis de un iluminado, como un “Astral Weeks” particular. Un trabajo sin parangón posible, que se recordará durante años.
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