El emergente cuarteto femenino de Boiro (Galicia) tiene las ideas claras. Su fórmula perfectamente exportable (acaban de terminar gira británica) se refina en este segundo álbum, donde encuentra el equilibrio entre melodía y contundencia, a partir de un eclecticismo bien entendido y una mayor densidad sonora. Son diez cortes que remiten sin rubor, desde la producción, al rock alternativo, el indie contundente y el stoner de aquellos noventa y primeros dos mil en los que las guitarras volvieron a la palestra. En este contexto, el inglés de sus letras se impone como algo natural. Agoraphobia beben del punk melódico, el hardcore, la oscuridad casi gótica o el emo, para destilar una mezcla tan explosiva como más madura y oscura, en un disco en el que se nota que se han exprimido.
Más allá de géneros, lo que cuenta siempre son las canciones. Y el quinteto las sabe hacer, a partir de un sonido robusto con baterías poderosas y guitarras que pasan de los riffs rockeros a degüello a discretas disonancias (“Salvation”), voz con personalidad y estribillos rotundos (“Slow Goodbye”). No tienen problemas en coquetear puntualmente con el metal (“The World Is Dying”) o cadencias y guitarras deudoras del post-hardcore (la estupenda “Smokescreen”, con su sereno final a lo Mogwai). “Inglorious Mind”, con su imaginativa melodía vocal y el estribillo de “Deadly Alive” suenan a shoegaze vitaminado, y en “Remain Unchanged” pasan de la calma a la tormenta con total solvencia.
Aunque la sensación que transmiten muchos de sus asfixiantes paisajes sonoros le hace justicia a su nombre, se muestran igualmente cómodas en los paisajes melódicos, y ese contraste, como en el último e intenso corte “Nine”, es la mejor baza de un disco que tendrá mucho que decir en vivo.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.