Agnes Obel tiene un curioso punto ciego de la pena. Un punto en que pasan muchas cosas pero con una levedad y un encapsulado de gramaje tan místico que se hace predecible y épico a la vez. No es raro que la danesa haya encontrado su patria en una zona común en la que la orquesta filarmónica pueda ser en un momento dado una pura herramienta para convertir gemas de folk-pop mínimo en una especie de banda sonora de una película imaginaria.
“Citizen Of Glass” se ubica entre la delicadeza y sinuosidad de la música de cámara, las basculaciones del folk y ramalazos que juegan con atmósferas más propias de las músicas de vanguardia más paisajista, sonando a banda sonora de Clint Mansell para una película de David Lynch ambientada en una suerte de paraíso de azufre, con un aire tan místico (“Red Virgin Soil”) como retro (“It’s Happening Again”), neofolk (“Stone”), timburtoniano (“Trojan Horses”) y hasta procesional (“Familiar”). La gran dama de la música pop que no esperas no se esconde, se rearma.
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