Agent Cooper

Siempre me ha parecido una actitud muy cateta, esa forma que tenemos los españoles de sorprendernos por el éxito de nuestros paisanos más allá de nuestras fronteras. Recuerdo como nos admirábamos del aprecio de los alemanes por Heroes del Silencio, de los italianos por Ska-P y de los ingleses por Ojos de Brujo, como si no hubiera justificación para ello. Nuestro pop siempre ha tenido un fuerte componente local y, más allá de esa quimera llamada México donde hasta el vecino del quinto parece triunfar, cualquier intento de hacer las cosas de forma distinta parece una locura. Bendita locura. Por eso me encanta y defiendo a muerte la valiente apuesta de Lourdes por darle esa indiscutible dimensión anglosajona e internacional a su disco, desplazandose a vivir a Los Ángeles, y dejando la responsabilidad del sonido a un productor de la talla de Joe Chiccarelli que, entre muchos otros, ha trabajado para artistas de la talla de My Morning Jacket, Counting Crows o The Shins. Si a eso le sumas una colección de canciones que atesoran un punto de sofisticación y un evidente poder melódico de enganche, me parece que la apuesta solo puede resultar ganadora. Mimbres para ello contiene. La voz de Lourdes planea por encima de una elegante sonoridad tapando todos los huecos y, aunque eso es algo que podría resultar peligroso por acabar resultando empalagoso, la madrileña gana el envite gracias a unos temas que van más allá de lo resultón. Canciones arrebatadoras y con un puntito de épica como “Michael”, el dulzón estribillo de “John Michael”, el sinuoso avance de “Stevie”, la rotundidad de “Casper” con esos cambios de ritmo tan acertados, el ténue crepitar de “Xabier”, el ritmo más trotón de “Anthony”... Temas que se mueven todos ellos en la tradición del mejor pop defendido por mujeres como el de The Cranberries o 10.000 Maniacs.