Es al dar de bruces con obras como “Ágaetis Byrjun” cuando uno se cuestiona los desmesurados elogios vertidos sobre discos de la corrección de “The Sophtware Slump”. Porque, en ocasiones, la ligereza con la que barajamos palabras y conceptos en relación a discos que aportan algo de luz nos traiciona. Por eso debería contener toda la exaltación que genera el disco de estos islandeses -el tercero, para más señas-. Sólo que al intentarlo no les haríamos justicia, esencialmente debido a que el firmar un disco de las dimensiones de “Ágaetis Byrjun” debe premiarse con el máximo galardón.
Majestuosos, brillantes, luminosos o sombríos, fríos o intensos, Sigur Rós han recogido lo mejor de si mismos –que también es lo mejor de algunos otros- para crear nueve alegatos a la libertad creativa. Aunque no resultan de fácil escucha -por lo menos para oídos poco dados a según qué, y más teniendo en cuenta que se expresan en islandés-, su riqueza les permite acercarse a los últimos Mercury Rev en “Starálfur”, echarle un pulso a las melodías eternas de Michael Nyman en “Flugufrelsarinn”, liar a Richard Ashcroft para que añada voces a una pieza de Mogwai en “Ny Batterí”, darnos a entender por qué Arvo Part les sirve de referencia en “Hjartad Hamast” y evidenciar cuáles fueron los motivos para que Radiohead les eligiesen como teloneros recientemente en “Ágaetis Byrjun”. Claro que ustedes pueden no comprárselo. De ignorantes está el mundo lleno.
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