Después de trece años de acercarnos a Puntí (ex Umpah-Pah) con sucedáneos –brillantes como el documental homónimo de Elsabeth, dolorosos como su ‘etapa Josep’, desconcertantes como “Benvinguts al desastre”– y conciertos siempre a medio acabar, volvemos a enfrentarnos a un cedé ¿convencional? (insulto a su genio creativo) del cantautor de Salt (Girona). Las peores épocas han pasado. “Está estable”, asegura su entorno… En los últimos conciertos ha tocado canciones del tirón. De ahí que “La clau de girar el taller”, un homenaje a su padre, al oficio, a su biografía (si es que estas dos últimas pueden separarse), escupa incontinencia impresionista en lo lírico, indescifrable a veces, y una vena más rockera en lo musical (recupera-da del directo). Colabora Bunbury (anecdótico), que por espíritu (¿recuerdan “Sí”?) se cuela en mazazos como “On anem”. Puntí ni ha vuelto ni se fue, sim-plemente se sentó a grabar: él y su Winston siempre andan maquinando.
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