Velvet
DiscosAdam Lambert

Velvet

6 / 10
Álex Jerez — 31-03-2020
Empresa — More Is More / Empire
Género — Funk

Adam Lambert siempre ha sentido la necesidad de justificar su talento en cada proyecto que ha lanzado hasta la fecha. Pese a que su enorme capacidad vocal le ha llevado a superar retos tan increíbles como el de ponerse al frente de Queen y salir airoso de ello, su trayectoria musical como solista nunca ha llegado a consolidarse del todo. El público le respeta como artista, le admira, pero no logra conectar con una colección discográfica con enormes carencias. “Velvet”, su cuarto largo, es un intento por parte de Lambert de solidificar un poco más sus bases como estrella de la música. En este nuevo álbum aúna los estilos que más han definido su carrera y construye una colección de temas que respiran cierta madurez pero que, a su vez, siguen envueltos en esa aura de pomposidad y exageración que no le favorecen del todo. De nuevo arrastra todos los vicios vocales que le hicieron fallar en el pasado, recupera al bueno de Nile Rodgers para colocar el funk como pieza fundamental en el disco, introduce algo más de sintetizadores y saca a relucir sus atributos operísticos.

Gran parte de los temas del disco los descubrimos el año pasado con aquel “Velvet: Side A – EP”. Por lo que se podría decir que Adam ha recurrido al ya habitual truco de la industria de construir largos con canciones que el público “conoce”. “Velvet” es un disco cursi, que acude constantemente a la nostalgia como fuente principal de inspiración. A esa admiración por el funk rock de principios de los setenta y por esas estrellas en las que se inspira el propio Adam a la hora de crear. Hace ya diez años que Adam lanzó al mercado su primer álbum tras American Idol (“For Your Entertainment”) y podríamos asegurar que ha sido el único álbum que verdaderamente hizo tener al mundo pendiente de cada nuevo movimiento del artista. Logró generar polémica entre los más puristas, se ganó el apoyo de la industria y le coronó como un icono pop de su generación. Con él acumuló una serie de hits que, a día de hoy, siguen siendo los imprescindibles de su carrera. Y es que, los mayores éxitos de la trayectoria de Lambert siempre han ido de la mano de Max Martin. “Whataya Want From Me”, “If I Had You”… Y más tarde un acertado “Ghost Town” en 2015 que le llevó de nuevo a lo más alto.

Como decíamos, Lambert es una estrella pop con todas sus letras, repleto de capas que pocas veces dejan ver a la persona tras la máscara. Como una especie de diva antigua que controla al milímetro sus looks, su presencia escénica, le cuesta arriesgar y, por supuesto, lleva al máximo exponente su capacidad vocal para lucirse (“Overglow”). Pero lo mejor que nos podemos encontrar en “Velvet” es de nuevo algún que otro tema con estribillos pegadizos y melodías retro que enganchan. Es el caso de la canción que da nombre al álbum, y lo abre, una “Ready To Run” bajo la producción de Fred Ball (Rihanna) o esa colaboración disco-jazz con Rodgers que es “Roses”. La voz de Adam se mueve a la perfección entre guitarras y mucho más si logra calmarse, ser suave, acompañar los acordes y no luchar contra ello. Sin embargo, le es inevitable abusar de vez en cuando de los agudos hasta generar cierta tensión innecesaria en el oyente. Eso sí, al margen de las ya citados, el título de mejor canción del disco se lo damos, sin lugar a dudas, a “On The Moon”. Una apuesta más soul que nos invita a conocer una faceta de Adam algo menos explotada en discos previos. Un slow jam sensual que exprime lo mejor de él. La producción corre a cargo de Jorgen Odegard (Imagine Dragons) y entre los coescritores del tema aparecen figuras como Sam Sparro o Britt Burton (Alexandra Burke, The Chainsmokers).

Visto lo visto, podríamos decir que el error central de “Velvet” reside en que, por un lado, no aporta nada especialmente nuevo a la carrera de Lambert. Y, por el otro, tampoco ha conseguido manifestarse como una pieza redonda que sentencie de una vez por todas el estilo habitual del artista. Es, más bien, un amasijo con todo lo que la estrella americana es capaz de hacer, una reunión de errores, y algunos aciertos, que ya conocíamos. Esta vez hay menos glam-rock, más funk y logra desprender la sensación de que se trata de un proyecto en el que el artista ha podido tomar las riendas desde el principio. Aun así, es un disco que se mantiene muy lejos del altísimo nivel de los lanzamientos pop que llevamos en los últimos años. Y, al terminar cada escucha, siempre te quedas con la sensación de que Adam le ha colocado un nuevo disfraz al pasado y nos lo está intentando vender como sea con un colorido envoltorio y poco más.

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