Fieles a su esencia, Las Ruinas son la prueba definitiva de que a) a cierta prensa especializada le cuesta tomarse verdaderamente en serio a un grupo con sentido del humor y b) uno puede evolucionar satisfactoriamente por muy estrechos que sean los márgenes que se haya autoimpuesto. En el caso del trío barcelonés persiste la economía y la urgencia, su razón de ser, pero en esta ocasión sorprenden con un trabajo de tono que bordea el existencialismo en cortes como “Lucero herido” o “Fragilidad”, aunque insistan en todo lo demás: el pulso (post)punk, la ironía ácida en sus letras, repletas de grandes éxitos del manual del perfecto pensador de bar, y una resolutiva y pasmosa agilidad para facturar un himno aullador tras otro sin aparente esfuerzo, aunque la edición de “Acidez House” haya estado a punto de romper su marca de disco por año (llegó justo antes de las campanadas). La determinación kamikaze de Las Ruinas vuelve a dar sus frutos. Y que viva la velocidad.
La mejor banda actualmente, en discos y en directo, pero en portada esta Vetusta Morla