Uno de los pasos más trascendentales, y en paralelo arriesgados, a los que un músico se enfrenta a lo largo de su carrera posiblemente sea aquel que le lleva a desprenderse del cobijo de una banda para encaminarse hacia una apuesta de carácter personal, haciendo que recaigan tanta las responsabilidades como los focos, casi de manera exclusiva, sobre su propia persona. Esa podría ser en resumen la genealogía que hay tras la irrupción en escena de AC The Band, nombre de una formación en la que si bien se anteponen las siglas de Asier Crespo, señalándole como factótum de este nuevo proyecto, relevo de sus andaduras en The Travelling Dogs y sobre todo actualmente en Daddy's Funclub, también es reflejo de una idiosincrasia grupal, en este caso completada por la presencia de Javier 'Free' Arteaga, Javier Rodríguez y Esteban Isusi.
Tomando como referencia las pretéritas localizaciones en las que se ha movido este músico vitoriano, queda constatado que su hábitat natural es el constituido por el sonido americano es sus diferentes y amplias vertientes. Un territorio del que no se desprenderá para dar vida a lo que supone la carta de presentación de esta recién inaugurada nomenclatura, pero con la que sí buscará instaurar su propia orientación. Una que la sobria pero distinguida portada ya descifra con exactitud simbólica la elaboración de un tipo de sonido orgánico, no exento de tacto detallista, elegante y de carácter ambivalente entre lo acústico y eléctrico. Cuatro patas, en forma de canciones, cada una con sus argumentos identificativos pero que respetan y completan la estética común de este esbelto trabajo.
Las ventajas e inconvenientes que conlleva el concepto de un EP son de sobra conocidas, haciendo de su limitada extensión su posible virtud al igual que su limitación, ya que si bien puede suponer un impedimento para la expansión y consolidación de un estilo característico, al mismo tiempo resulta beneficioso a la hora de cuidar con mimo y precisión los temas seleccionados. Virtud que enarbolan las deliciosas piezas que forman este disco y que además han sabido confabularse a la perfección para transmitir un espacio sonoro común distinguido y melódico que de momento nos sirve como definición del proyecto.
Si uno pretende moverse en el mundo del pop-rock americano con pisada grácil pero profunda, entonces referencias como las de Nick Lowe son aconsejables no esquivar, algo que con muy buen tino no hace esta banda, como se puede apreciar en el tema homónimo, que desprende esa distinción del británico, en su época madura, combinada con un espíritu doo woop a lo The Tokens, de los que es imposible no acordarse, por el uso del falsete y cierta armonía, de su interpretación del mítico tema “The Lion Sleeps Tonight”. Manteniendo esa sutilidad para manejar ritmos sedosos y casi envolventes, “Who Will Read Me Now” se acerca a los fraseos de Paul Simon, lo que igualmente es una señal de prestancia y amable nostalgia.
Si las dos piezas comentadas contienen una vocación y predominio de bases acústicas, a pesar de que en ambas encontremos destellos de electricidad, ésta va a alcanzar su valor protagonista en las dos composiciones restantes, como si se hubiera efectuado un reparto equitativo con el fin de resaltar la versatilidad de la que hace gala el trabajo. Presencia del voltaje que bajo ningún concepto desarmará las líneas maestras que definen la música de la banda, porque si “Sawbill Lake” comienza como un medio tiempo introspectivo que deriva en un ambiente más enérgico y crudo, nunca perderá su espíritu reluciente. “My Sweet Old Kook”, por su parte, será el tema más etéreo de todos, con una insinuante y sigilosa linea romántica aderezada por unos punzantes solos de guitarra que parecen pulsados por los dedos de Carlos Santana.
“Mama Lend Me 50 Cents” solo se compone de cuatro canciones, y es cierto que su calidad nos induce a desear bastante más, pero también es verdad que hay en ellas la suficiente calidad como para sentirnos saciados (de momento) y esperanzados con este estreno. La adopción de un sonido pulcro -pero con carácter- y un manejo exquisito de las melodías son unas inmejorables credenciales para iniciar un camino al son de un paso elegante que, pese a su limitada extensión, ha sido capaz de dejar una huella de amplio calado y altas expectativas.
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