Tras unos segundos de chaparrón sónico, las primeras palabras que escupe el último álbum de Killing Joke son “absolute dissent”: el estribillo del tema inaugural, y el título del disco. Toda la carne en el asador desde el principio, sin rodeos ni subterfugios. Es lo que tiene una veteranía que ostenta abolengo de clásico, que le hace a uno inmune al titubeo. Y para bien y para mal, el disco no ofrece más que lo que nos muestra a primera escucha: puede que sucesivas audiciones ayuden a la oreja a cuadrar unos temas redondos, pero apenas se hallarán tesoros ocultos en los recovecos de las canciones. En cualquier caso “Absolute Dissent” es una obra rotunda, parida por unos músicos que saben perfectamente cómo respira y hasta dónde pueden llegar, y que parece resumir los últimos veinte años de carrera de la banda, los del metal industrial. Posee la contundencia de su álbum sin título del 2003, pero este es mucho más melódico, a menudo pop. Abunda en el drama y la épica de “Democray” o “Pandemonium”, aunque sin tanta grandilocuencia. Y la locura está mucho más controlada que en el último, “Hosannas From The Basements Of Hell”. En definitiva, no es su mejor trabajo, pero da gusto comprobar que tas treinta años de carrera, lejos de vivir de rentas, aún son capaces de regalarnos álbumes así de buenos.
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