Hacía meses que esperábamos este disco. Habíamos escuchado ya lo que Lars Frederiksen nos ofreció al margen de Rancid, pero todos queríamos escuchar lo que iba a ofrecernos Tim Armstrong después de escribir para Pink y ganarse la vida al margen de su banda de casi toda la vida.
Y aquí lo tenemos. Ni Rancid, ni punk, ni tan siquiera rock. La primera impresión supone erróneamente un bajón considerable, pero las escuchas consiguen que “A Poet’s Life” hasta se nos haga corto. El álbum se abre con “Wake Up”, una pieza vitalista a lo The Toasters, con Armstrong arrastrando su voz sobre un colchón musical facturado por The Aggrolites, que funcionan como un reloj. Aunque son muchos los momentos inspirados del disco, desde el hitazo “Into Action”, con coros femeninos y guitarras rockabilly, hasta “Take This City”, que está cerca de los experimentos ska-reggae de los Ju Ju Hounds de Izzy Stradlin. “Translator” induce al consumo compulsivo de marihuana, el scratch de “Inner City Violence” abre nuevas horizontes creativos para el ex Operation Ivy, mientras que la risueña “Among The Dead” y la instrumental “Cold Blooded” cierran el disco dejándonos con ganas de más canciones tan frescas.
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