Después de más de diez años de carrera y cuatro discos previos, es justo considerar a A Place To Bury Strangers como una de las formaciones más fiables a la hora de facturar post-punk dentro de la escena actual. En el que es su quinto disco de estudio, los neoyorquinos defienden posición con una credibilidad y aspereza muy por encima de la media, y salen definitivamente refrendados al afrontar un ambicioso movimiento y completar así una de las mejores entregas de su propia discografía.
Se trata éste de un disco denso, compacto y asfixiante, donde las bases del género toman el protagonismo con marcadísimas líneas de bajo, contundencia instrumental y una oscuridad atmosférica que agota cualquier atisbo de oxígeno. El juego vocal mantenido entre Oliver Ackermann y Lia Simone Braswell durante buena parte del álbum aumenta la inquietud del producto, y una retahíla de aciertos se suceden imparables hacia el triunfo absoluto destacando cortes como “Was It Electric”, “Attitude”, “Situations Changes” o los singles “Never Coming Back” y “There's Only One Of Us”. El cuarteto sabe además cómo manejar e incorporar numerosos parámetros del noise y el shoegazer, sacando un excelente rendimiento que hace que tiempos y formas cambien para aumentar la vivacidad del conjunto, pero manteniendo coherencia dentro de un mismo cuadrilátero.
“Pinned” (Dead Oceans, 18) es una apisonadora sonora, de claro aspecto industrial y desarrollado sin dobleces, que también cuida francamente bien las melodías que esconden las canciones. Una docena de escenas todas ellas turbadoras y con sentido, planteadas por el trío de Brooklyn a través de tupidos ambientes y pasajes desoladores convenientemente detallados. Una referencia que bien podría funcionar como tributo -avanzado e inspirado- a Joy Division o Bauhaus, pero también a Sonic Youth, The Jesus & Mary Chain e incluso, por momentos, a Suicide.
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