Hay bandas con las que cuesta ser honesto. No sólo eligen títulos pretenciosamente infumables sino que ofrecen tonos de móvil en la misma contraportada del disco. Y querrán que les tomemos en serio.
OCS siguen moviéndose entre muchas aguas (la balada reggae que cierra el disco me ha descolocado del todo) obligando a cualquier cronista reflexivo a preguntarse si tanto disco bien producido y ejecutado pero sin sustancia va a acabar con nosotros y/o nuestros nervios. Porque la nueva entrega de los ahora trío tiene sus momentos de entusiasmo, su par de singles enérgicos y sus habituales medios tiempos para engañar a oídos poco exigentes. Si te despistas un poco, hasta te gusta y todo. Pero, aparte de que tres temas ajenos se antojen excesivos, nuestra pequeña y miserable vida sería exactamente igual sin un nuevo disco de OCS. Y me temo que la suya propia también. Me sabe mal por la insistencia y la ilusión que ponen pero siguen sin encontrar el “mojo” que les permita dejar de ser un grupo más. Por cierto, envía OCS al 40251 para tono polifónico de “Free My Name”.
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