Su cotización definitivamente al alza dentro del mercado punk con denominación de origen yanqui no hace sino certificar el escaso margen al riesgo que dejan la mayoría de inversores del parqué alternativo. Tras casi diez años inmersos en un organigrama que conjugaba lo familiar con lo iniciático, los de Florida comienzan a sonar con fuerza en todos los corros.
Al mismo tiempo, los pocos intrépidos que suscribieron algún título de propiedad en los momentos de indecisión o de mayor conservadurismo se frotan las manos y exhiben una sonrisa dentífrica mientras guardan en el maletín su copia de “No Division” (Some/Boa, 99), la evidencia más cercana de que, aunque fuera póstumamente -algunos chismosos rumorean separación y concierto de despedida en los mentideros de la red-, el cuarteto de Gainesville ocuparía lugar de privilegio entre la para muchos inalcanzable nómina de valores seguros (Samiam, Fugazi, The Get Up Kids...).
Consciente o inconscientemente, quién sabe, “A Flight And A Crash” contemporiza con el presente editorial del grupo, amputando los arrebatos de locura que contenía su predecesor, diluyendo el factor sorpresa y trazando un camino que no por conocido deja de ser ampliamente disfrutable.
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