Los de Sant Boi siguen fieles a su sonido, esa utopía musical urdida en el pop clásico que tanto bebe de los Fab Four como acaricia los arreglos más wilsonianos o estudia con atención las partituras de The Zombies. No son para nada unos novatos, llevan mucho en este negocio, ya sea desde Trau u otros proyectos anteriores, y saben perfectamente lo que se traen entre manos.
Cuando los escuchas queda muy claro que se han pasado muchas tardes jugando al Monopoply y han comprado algunas de las paradas más codiciadas como la Avenida Tomorrow Never Knows, la Plaza Lola, o la Calle God Only Knows. Son minuciosos y precisos y elaboran un pop festivo y optimista que encuentra sus mejores aliados en el costumbrismo más asilvestrado y el surrealismo más próximo.
Trau han hecho un disco preciosista que invita al baile y que, a diferencia de la urgencia beat y la huella psicodélica de otras entregas, esta vez han decidido apostar por un sonido más dulce y entonar una versión del pop más amable, transparente y cercana. Unas canciones que, por su sonido y su temática, las podríamos clasificar de aptas para todos los públicos, ideales para amenizar una merienda familiar con bailoteo, risas y un porrón de vino dulce incluido.
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