Aún siendo una de las voces más carismáticas del hip-hop alternativo actual, Danielle Balbuena aka 070 Shake, no se libra de la siempre vertiginosa tarea de entregar una segunda parte que supere un impecable debut. En “Modus Vivendi” (UMG Recordings, 20), su primer LP, la de New Jersey puso toda la carne en el asador con el fin de hacernos partícipes de una gran colección de canciones que generaron en el público la certeza de estar frente a un fenómeno único, identificable y particular gracias a esa voz tan propia y a unos ritmos de altura. Pero más allá del intimidante cometido que suponía para Balbuena convencernos de que su éxito no fue casual, “You Can’t Kill Me” (UMG Recordings, 22) se traduce como otro gran acierto de la estadounidense y como un estupendo álbum de confirmación que verifica su posición dominante a golpe de creatividad, crudeza y texturas sofisticadas.
A pesar de que su sonido emane de referentes tan evidentes como el universo del siempre controvertido Kanye, en esta ocasión Balbuena consigue que su auténtica esencia prevalezca por delante de cualquier influencia o marca de agua externa. Vemos ciertos nombres que repiten en la producción, como el de Juan Sebastian Brito o Dave Hamelin, pero más allá de todo ello destaca el ver una presencia más continuada y afianzada en los créditos por parte del icónico productor de hip-hop Mike Dean (conocido por firmar en obras de artistas magnos tales como el mencionado Ye, Drake, Madonna, Selena Gómez, Kid Cudi y hasta 2Pac).
Al margen de este despliegue de medios y de un corte de inicio instrumentalmente abrumador, repleto de arreglos superlativos (“Web”), el arranque rítmico general que Balbuena nos propone para este “You Can’t Kill Me” se toma su tiempo en lograr atraparnos, regodeándose en demasía con propuestas un tanto monótonas y poco arriesgadas, dentro de ese romanticismo sintético que lleva su sello personal. Sin embargo, y más allá de ese hit pertinente que confirma su valía para concebir piezas de alcance multitudinario (“Skin and Bones”), su característico juego de voces mutables y bases lúgubremente etéreas no comienza a desplegar del todo sus encantos hasta la mitad del propio álbum, donde claramente percibimos un cambio de sentido en el que la estadounidense se despoja de las cadenas de esa melancolía robotizada y apuesta por un tsunami de sonidos mucho más atrevidos y diversos. La fiesta comienza de verdad con “Cocoon”, una sugerente sacudida a base de ritmos oscuros y exóticos que nos lanza de lleno a la pista de baile y al hedonismo más salvaje. Continuando con esos pies fuera del tiesto, la rapera de New Jersey decide unir fuerzas en “Body” con una inusual compañera de baile, Héloïse Letissier, más conocida como Christine and The Queens, donde sorpresivamente logra que sus talentos conjuguen con un éxito arrebatador, y nos confirma que lo mejor de su álbum se hace de rogar, pero que acaba llegando.
Y por si no fuera suficiente, además de regalarnos un capítulo sentido donde su ternura se desliza entre acordes de guitarra acústica con tintes noventeros y cajas de ritmo poco usuales en su repertorio (“Wine & Spirits”), Balbuena también decide desempolvar del fondo del armario sus raíces dominicanas, haciéndonos entrega de una inédita contribución en español a su discografía con “Se Fue La Luz”, oportunamente reservado para cerrar el LP como reflejo de ese relato de despedida, el cual entronca directamente con la temática principal de un álbum firmemente destinado a rendir homenaje a todas las relaciones que han pasado por su vida y han dejado en ésta su particular huella.
Efectos sonoros aparte, Shake logra sacarle punta a todas las posibilidades tonales que su catálogo vocal le permite alcanzar (que no son precisamente pocas) y con ellas, sumarse a esa liberadora tendencia de desnudar su turbulenta memoria, dándonos la oportunidad de conocer más sobre su persona.
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