Ignoro si la iluminada pluma que el mes pasado intentaba descubrir ‘por qué The White Stipes molan tanto y Zen Guerrilla simplemente están bien’ cambió su manera de ver las cosas tras asistir a la tercera actuación en Barcelona del combo de Marcus Durant. Aunque, suspicaz que es uno, dudo que el obnubilado seguidor del ¿matrimonio? White moviera su trasero para mostrarle sus respetos a los Zen, teniendo en cuenta que ese mismo día Freelance pinchaba en el Mond Bar y que calibrar con el mismo rasero “White Blood Cells” y “Shadows Of The Sun” demuestra que el garaje está en boca de mucho indocumentado.
En fin, nosotros a lo nuestro. Asistimos al eclipse solar con la expectación lógica de ver si, eliminado el factor sorpresa, los de Delaware volverían a arrollarnos con su intenso vendaval de blues-rock. Las cartas sobre la mesa... y un as en la manga para pillar al más escéptico por sorpresa. Porque Zen Guerrilla ofrecieron un concierto abrumador y milimétricamente planeado para engullir al perplejo respetable hacia el epicentro del terremoto; un show sin fisuras, robusto y desbordante, a lo largo del que la banda desplegó, desde el primer instante, su arsenal de asalto.
El primigenio sonido del rock nunca sonó tan feroz como en manos de estos hijos bastardos de Grand Funk y MC5. Durant desgarró sus entrañas hasta casi perder el mundo de vista (revelador el gesto de Carl diciéndole que respirara tras la apabullante "Inferno"), retorciendo sus más de dos metros de altura entre constantes espasmos de posesión infernal. Su distorsionada garganta escupió furia incandescente en trallazos como "Barbed Wire", "Graffitti Hustle", el in crescendo raw-gospel de "Fingers" o sus anonadantes relecturas de "The Seeker" (The Who) y "Moonage Daydream" (Bowie). Andy, Carl y, muy especialmente, el inmenso Rich hicieron el resto. ¿Acaso la mejor definición del rock como lo entendemos algunos? Seguramente... si no fuera porque una semana después vi a los Tight Bro’s. en el Magic y ¡maldita sea!, empecé a tener mis dudas. Esa, sin embargo, ya es otra historia…
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