Quizá para aquellos que ven en TSD la respuesta soul-punk a la pregunta ¿ha vuelto el rock en Cataluña?, perderse su show en el Apolo fue algo así como un no saber estar; un no ser consciente de que ellos son el grupo que hay que reivindicar para dárselas de enterado. Ok, lo siento, pero mi apuesta es otra: The Meows. En cualquier caso, los de Vilanova y la Geltrú son de lo mejor que ha parido Cataluña en decenios, como confirma su notabilísimo “Le Red Soul Communité”. Tercera experiencia zen guerrillera y tercer pasmo atronador. Ahhh... daba gusto ver a la plana mayor de la prensa bananera tomando buena nota de las virtudes de ese rock que ignoraba (despreciaba) con suma facilidad meses atrás, cuando ni estaba de moda ni había vuelto. Marcus Durant volvió a sobreactuar como sólo a él se le permite, pateando al cielo y llorando sus penas (¡glups!) mostrándonos su sonrisa vertical trasera. Esperemos un dueto con Lisa Kekaula a mayor gloria del “Ain´t No Mountain High Enough". Fue un show en cinemascope: a la izquierda, Rich Millman desgañitando las cuerdas de su guitarra con una mezcla de fuerza bruta y fraseo rítmico acojonante; en el centro, Andy Duval con una curda del copón intercambiando baquetas con el cielo; a la derecha, el fascinante Carl Homme hablándole con el alma a su bajo... Y Durant por todas partes. Su Moonage Daydream es ya un clásico, pero quizá me quede con ese confuso instante en que el micro del pelusa se fue al garete a medio tema y Millman, Homme y Duval se marcaron una succionadora jam que implosionó en el vacío cuando Durant recuperó el vuelo y comandó a su cuádriga hacia la victoria.
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