Muchas veces la gente cree estar o haber estado en conciertos excelentes. Muchas veces, la mayoría, lo juzga desde un punto de vista demasiado frívolo. Señores, uno diría haber estado en conciertos merecedores de un diez (y, gracias a Dios, uno asiste a bastantes), pero objetivamente seguro que estos no han pasado de los que se pueden contar con dedos de una mano. Lo que sí que está claro es que un dedo le corresponde a éste. Gracias Zebda por dar lecciones magistrales de cómo comportarse ante una sala llena e incondicional y, aún así, seguir siendo humildes. Gracias por dar lecciones de cómo combinar tecnología y tradición. Gracias por demostrar al mundo que es posible que las culturas convivan excelentemente. Gracias por ser la hostia. Gracias por presentar un disco buenísimo («Essence Ordinaire»; Gora Herriak) y repasar ya clásicos («Arabadub», «Taslima»). Gracias por disfrutar tanto o más que nosotros y contagiarnos de alegría. Gracias por transmitir el aviso de que las cosas siguen yendo mal para muchos. Gracias por ser normales huyendo del mundo del glamour y del universo fashion. Gracias absolutamente por todo, pero, en especial, gracias Zebda por demostrar que Africa sigue empezando en los Pirineos.
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