justo y necesario

¿Qué necesidad tendrá el acogedor club Le Bukowski de liarse la manta a la cabeza, trasladarse por una noche a un local con aforo para 700 personas y montar un sarao de diez horas, ocho bandas y tres DJ? Qué necesidad… Ze premikin! Ese dicho tan castizamente vasco da nombre a uno de los festivales más gamberros del entorno que, según la sacrosanta tradición, se celebra en víspera de Jueves Santo. En su última entrega, los organizadores lograron que no cupiera ni un penitente más en Gazteszena, que colgó el cartel de “Sold Out” horas antes de que los grupos comenzaran a procesionar.

El honor inaugural correspondió a un cuarteto zarauztarra que celebra su vigésimo aniversario, Eraso!, que irrumpió en la sala pequeña con una importante carga de metal en el zurrón y, sin rodeos ni medias tintas, ofreció un show trepidante, ideal para entrar en calor. El escenario grande lo abrió Zura, renovado proyecto de un Xabi Strubell en constante y prodigiosa mutación, capaz de pasar de un álbum de calmada bossa nova a otro de rock crudo e intenso con ecos de los míticos Dut y textos de Txillardegi: riffs contagiosos, estopa sonora y mucho ardor en una interpretación a calzón quitado, pues así terminó su concierto el de Hondarribia, en paños menores, cual nazareno.

De vuelta al tablado chico, Vulk sorprendió por su estilazo y por la madurez de su post-punk; eran el nombre más joven y desconocido de la madrugada pero los bilbaínos se adentraron con soltura en paisajes oscuros y ritmos absorbentes, con un cantante que parecía poseído por el espíritu de Ian Curtis en lo vocal y en lo postural. Sin que se solaparan las actuaciones y con un grado de retraso aceptable, el auditorio principal recibió a Lie Detectors (foto encabezado), una de las cosas más geniales que le ha sucedido al rock and roll donostiarra reciente: con bríos garageros, un frontman divertidísimo y melodías infalibles, pusieron a bailar a la concurrencia sin solución de continuidad. El beratarra Joseba B. Lenoir (foto Superior), al frente de una de las mejores bandas de Euskal Herria, iba a cerrar el festival en el escenario central pero tocó en el pequeño: salimos ganando con el cambio porque el rock sudoroso y salvaje del Gang de Baleztena salpicó más y mejor a la concurrencia, que convirtió el recinto en una gozosa olla a presión.

El resto de los bolos fueron en la sala grande, donde el lobby del Bidasoa siguió pisando fuerte. Para defender en vivo el discazo JP Lohian & Klonen Klana (foto superior), Joseba Ponce ha formado una superbanda en la que destacan Galder Izagirre y Txap, con quienes coincidió en Dut y Lisabö, respectivamente: el resultado justificó la expectación previa y los gritos de “JP, irabazi arte”, porque el directo es bestial y las canciones del hondarribiarra vuelan alto a base de hard y space rock, psicodelia y otros originales ritmos. Aunque para barrizal, el que montó Anestesia (foto inferior), que a una velocidad supersónica enajenó al público con su orgía de hardcore y thrash: el pogo fue constante, volaron katxis e individuos por los aires, y hubo total emoción en un grupo que hace 27 años, según recordó el zarauztarra Mikel Kazalis, debutó en el gaztetxe de Egia antes de que se convirtiera en la actual Gazteszena. La cabalgada final corrió a cargo de una joven banda del barrio, Pelax & The Cowboy’s Orchestra, que con enorme puntería dispara una recia mezcla de rock, folk y R&B, llegando a congregar sobre las tablas a ocho forajidos, armónica y saxofón incluidos. Fue el estupendo broche de un miércoles santo que, quizá, ofreció el cartel más redondo de la breve historia del Zé Premikin!, un festival que, pese a su nombre, es justo y necesario.