“El show de esta noche se divide en dos sets; el primero de ellos, con sus canciones más íntimas. Rogamos por favor, que por respeto a la banda y al resto de espectadores mantengáis el silencio y disfrutéis del magnífico concierto”. Así rezaba el comunicado que lanzó por redes sociales horas antes del concierto su promotora.
Viendo ejemplos recientes de recitales que son a la vez eventos sociales no estaba de más avisar. Sea por la alerta o por que Yo La Tengo poseen un aura de culto como pocas bandas o porque dominan a la perfección la tensión sobre un escenario, hay que reconocer que el público que llenó la Sala Oasis no pudo ser más respetuoso ni estar más atento a todo lo que hizó el trío de Hoboken.
Así, en la primera mita del concierto Ira Kaplan, Georgia Hubley y James McNew sacaron a relucir su repertorio más sosegado y delicado, en el que el silencio y las notas que no se tocan son igual de importantes que las que se oyen. Abrieron y cerraron este tramo al igual que su último trabajo, “There is a riot going on”, la excusa perfecta para estar una vez más de gira: con “You are here” y “Here you are”. Con su atípico y encantador anti-carisma, el trío regaló una hora de canciones delicadas (“Winter a go-go”, “Ashes on the ground”) para regocijo de un respetuoso público que se dejó arrastrar por sus suaves ritmos y sinuosas y reconfortante melodías. Pero tras 20 minutos de descanso, Kaplan y compañía regresaron al escenario para encarar una hora en las que las explosiones de guitarras saturadas y distorsionadas cobraron el protagonismo.
Pasados los 30 años desde que se formaron, su discurso, ese que continuaba de manera ejemplar ciertos postulados de The Velvet Underground, se mantiene completamente vigente. Esos pasajes salvajes con los que crearon escuela, lejos de caer en la obviedad, siguen resultando tan sugerentes como siempre -o más, viendo los caminos que ha tomado el indie-. Aún tuvieron tiempo de satisfacer a sus entregados fans con unas excelentes “Sugarcube”, “Moby Octopad” y “Stockholm syndrome” -¿Cúanto le deben Los Planetas a tan sólo esta canción?-. Con una propuesta tan arriesgada como la planteada resultó lógico que no todos los momentos estuvieran al mismo nivel, pero esa es una de las virtudes de Yo La Tengo: siempre van a sorprender, nunca sabrás a qué te vas a encontrar en uno de sus conciertos -ni discos-. La autocomplacencia y la comodidad jamás han estado en su vocabulario y esto, juntos con sus canciones, es lo que los ha hecho tan grandes e irreemplazables.
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