El amanecer del nuevo rap argentino
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El amanecer del nuevo rap argentino

7 / 10
Adriano Mazzeo — 23-12-2019
Fecha — 18 diciembre, 2019
Sala — Luna Park (Buenos Aires), Argentina
Fotografía — Irish Suarez

Más de cuarenta y seis años después de aquella noche histórica en el Bronx en la que DJ Kool Herc posó la aguja sobre el vinilo y repitió fraseos dando nacimiento a la cultura del hip hop, Argentina puede decir que tiene consumada a su primera figura del rap. Los pasados 18 y 19 de diciembre, WOS reventó el mítico estadio porteño Luna Park. Estas actuaciones funcionaron como el sello definitivo de la relación de la música argentina con el género nacido en la tumultuosa Nueva York de los setenta. Claramente WOS no es el primer rapero que sale del país más austral del mundo, pero sí el primero en convertirse en figura por propio peso, y si bien su música excede la norma del hip hop (por eso se apunta a que es una autoridad local del rap en concreto) su carisma y dominio de las palabras, tanto en su faceta de freestyler como de compositor, lo encumbraron a velocidad de vértigo.

Nacido hace casi veintidós años como Valentín Oliva, WOS proviene de una familia de artistas y educadores, ese ADN se aprecia en cada una de sus intervenciones, ya sea en entrevistas como medido y lúcido declarante, o cuando se convierte una fiera agitadora frente a diez mil personas como sucedió en ambas noches del Luna Park. Su discurso es positivo y está lejos de ser vacío. Propone la saludable mezcla de diversión, catarsis y conciencia social. Lo suyo puede no ser novedoso para los miles de padres que llevaron a sus pibes a los shows, es posible que lo hayan experimentado de la mano de artistas de otra época, pero tiene un peso importantísimo en todos esos niños y adolescentes que son testigos de una época de nerviosos cambios, en la que las ideas de progreso llegan en cuentagotas y las tentaciones del “ruido” digital y las noticias falsas vienen de a toneladas. En este aspecto es destacable la actitud de WOS sonriendo cortés, sin más, ante los cánticos de aclamación (presentes en cada concierto en estos días en Buenos Aires) del respetable a favor del recientemente elegido presidente de Argentina, cuyo aparato mediático citó a WOS en varios momentos claves de su campaña. La situación trae a colación la idea de que en Argentina los artistas con contenido aún tienen trabajo por hacer: se entiende perfectamente que el pueblo se hartó de sus gobernantes anteriores de centro-derecha, a quienes el mismo WOS defenestró en medio de una improvisación, y que el país atraviesa una feroz crisis social y económica, pero esta “futbolización” de la política –¡y de la música!– pareciera atentar contra el hecho de que se siga ejerciendo el pensamiento crítico –algo que las letras de WOS incentivan y prácticamente un valor fundacional del rap– cuando se vitorea a un presidente que sólo lleva una semana en su cargo y aún no tuvo tiempo de demostrar si puede sacar al país del pozo o, al menos, frenar la curva descendiente en la que está inmerso. Contradicciones y reflexiones al margen, el público vibró de forma genuina y con energía avasallante, y lo más importante de todo, lo hizo sintiéndose parte de “algo”. Ese sentimiento tiene que ver con la clase de persona que parece ser quien les convoca, alguien con los pies en la tierra, preocupado por su gente (regaló botellas de agua y merchandising durante todo el show y les recomendó cuidarse entre ellos), agradecido por cada segundo de su popularidad.

El setlist, poblado lógicamente por las siete canciones de su disco de este año “Caravana”, y completado por todos sus singles y varios pasajes de freestyle de nivel, fue potente y coherente. El muchacho entiende la tradición del rock argentino y, no sólo guiña el ojo a ese fenómeno popular “sólo en Argentina” que son Los Redonditos de Ricota en “Luz delito”, sino que hace uso a su manera de la vasta y versátil tradición sonora del rock hecho aquí. Con dinámica envidiable e idoneidad suficiente la banda se convierte en fieras de distinto pelaje según la coyuntura lo requiera: trap rock en “Animal” (con la explosiva participación de Acru), power funk en “Fresco” (en la que se sumó una potente y jazzera sección de metales) y percusión por señas en el medley de improvisación que hicieron bajo la dirección de Alejandro Oliva, padre de la criatura.

Las versiones de sus máximos hits se vieron engrandecidas por la instrumentación precisa y el pedigrí artístico del cantante, pero también por la emoción general vivida en torno a las notas de “Terraza”, “Melón vino” y “Canguro”, el tema del año por aquí. “Gracias por haberme hecho conocer este temazo”, decía un emocionado padre a su hijo pre-adolescente en la platea al finalizar “Terraza”.

“Gracias a todos por estar, por hacer diferentes tipos de esfuerzos por acompañarnos hoy. La patada de canguro no se puede dar solo”, concluía el joven ídolo luego de darlo todo durante casi dos horas que muchos no olvidarán.

WOS Irish Suarez 2

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