Con el proyecto a priori aparcado por sus diversas actividades paralelas, los Wooden Shjips volvían a Donosti 6 meses después de su primera visita. El epicentro de la psiconáutica musical sudeuropea en el que se ha convertido el Dabadaba presentaba un cartel de lo más apetecible, acompañando a los de Frisco con dos de las propuestas más especiales del panorama euskal actual: Petra y Jupiter Jon. Woden Shjips no necesitan sacar disco para hacer gira, especialmente cuando la escena internacional está plagada de festivales en los que los jóvenes talentos se dedican a adorar, recrear y reformular su perspectiva de la psicodelia y el paganismo multitímbrico.
Los encargados de abrir fuego son uno de los secretos mejor guardados de la localidad, Petra resuelven un repertorio cuasi-instrumental con sobradas maneras. Tienen peso en escena y desarrollan aires y escalas asiáticas apoyándose en la rítmica norteafricana y de oriente medio, como si soltaras a Arif Sag a tocar con los Iron Butterfly más pesados en una realidad parelela. Son, sin duda, una banda a seguir muy de cerca.
Desde Irun, y con el ambiente ya cargadito, es momento para el cuarteto Jupiter Jon (foto inferior). Con 2 álbumes ya a sus espaldas, su propuesta es más cerebral. Su rollo también es especial, no me malinterpretes, pero más humano y más de este planeta. Del post-punk al dub, con ritmos rotos y bajos pesados, desarrollos envolventes muy bien llevados, y con canciones.
Tras ellxs, las tablas quedan literalmente vacías y flipamos porque los gringos montan su set en escasos 10 minutos. Enchufan y ya suenan. “¿Pruebas de sonido? Los de verdad no necesitamos de eso…” Envueltos en la gloriosa y caleidoscópica caja de videoproyección en que se había convertido el escenario del Daba, Wooden Shjips (foto encabezado) se muestran poderosos desde la infecciosa “Black Smoke Rise”, Omar Ashanuddin a su batería de cuatro piezas y Dusty Jermier al bajo son la fuerza motriz: drones rumiados como mantras hasta la levitación. Sobre sus poderosas y sólidas bases se apoyan los sencillos y minimales aunque eficaces arreglos al sinte de Nash Whaler, y los desvaríos fuzzeros de Erik “Ripley” Johnson, genuino maestro de ceremonias. Su formula de proto-rock galáctico es infallible y su sonido es placentero como un chute de oxitocina directo al córtex prefrontal.
Con especial énfasis en su dos ultimo LPs, del boogie espacial de “Ruins” a la crudeza stoner de “Flight” o el viaje onírico de “These Shadows”, Ripley pilota la nave con maestría y su repertorio sigue siendo necesario al margen de las alegrías que nos pueda seguir dando con Moon Duo. No sabría decirte cuánto duró el bolo, probablemente duró lo que duran los bolos, pero aseguro que se nos pasó volando.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.