Otro año más la ciudad de Cáceres ha acogido durante cuatro días el festival más importante de las llamadas músicas del mundo, el Womad. Y como su acrónimo indica (World Of Music, Arts & Dance) se trata de un evento en el que no solamente la música es muy importante, también otras artes están bien representadas a través de proyecciones, spoken word, exposiciones, talleres, etcétera. Además se preocupa por transmitir valores como la solidaridad y el respeto o aprovecha su altavoz para protestar por la situación de los refugiados, se posiciona en contra del machismo o a favor de la lucha contra el cambio climático. Pero hay que destacar que este año muchas de las sus propuestas musicales invitaron especialmente a bailar. Hubo momentos en que la enorme Plaza Mayor realmente se convirtió en una inmensa pista de baile gracias a !!! (Chk Chk Chk), Red Baraat, Omar Souleyman o la diva Oumou Sangaré pusieron a bailar a todo un publico heterogéneo, en todos los sentidos, y que lleva veintisiete años disfrutando de todos esos valores que aporta este evento.
Si el pasado año se cifraba su cifra de asistentes en 150.000, ese número se ha superado este año según datos oficiales. Y es que no sólo las plazas Mayor, San Jorge y Santa María estaban repletas, sino también toda la Ciudad Monumental y aledaños conllevaba un constante trasiego de personas que se movían de un escenario a otro en un ambiente festivo y amable. Pero si nos preocupamos básicamente de la parte musical, la fiesta empezó el jueves con dos bandas extremeñas: Milo Ke Mandarini, con su música de aires mediterráneos, y Lino Suricato y su pop fresco, que pudieron mostrar sus proyectos a un público ya bastante numeroso. Brilló especialmente la macro banda de The Gramophone All Stars Big Band, que pasa por su particular filtro jazz estilos como el boogaloo, el ska vintage, el funk de Nueva Orleans o el calypso. ¿Cómo no empezar a bailar? Fueron de los pocos que recordaron el problema de los raperos que están a punto de entrar en la cárcel por sus canciones. Para cerrar la noche, The Ska Vengers llegaron desde India, con una muy especial manera de entender el ska.
El viernes acogió de entrada otros dos grupos extremeños. Abrieron El Pelujáncanu que se sumerge en la música tradicional de su región, renovándola pero para mantenerla. Sus tonadas acústicas de aire celta, por el uso de las flautas, de letras satíricas y cantadas en estremeñu, fueron muy bien recibidas. Musicalmente nada que ver con el pop-rock de guitarras limpias con deje de americana de Happy New Year & 3am, que presentaron con soltura su disco “Mixed Babies”, producido por Gecko Turner.
Y de nuevo salto de estilo para ver a MounQup, también conocida como la “Björk gallega”. Es cierto que esta francesa que vive en una zona rural muy aislada de Galicia tiene un tono vocal cercano a la islandesa y además su oferta es muy experimental. Se presentó ella sola con todo un arsenal de maquinas con las que grababa loops vocales y los iba superponiendo junto a samplers, para componer en directo unos paisajes sonoros difíciles de bailar, pero muy sugerentes. Con decir que Animal Collective es uno de sus referentes, se pueden hacer una idea de hacía dónde va su música.
Y llego la hora del baile. !!! (Chk Chkc Chk) (foto superior) fueron sin duda uno de los triunfadores de esta edición. A pesar de empezar con la luz del día, supieron empatizar con el público y transmitirnos la locura y el trance al que llega Nic Offer, su cantante, en cada actuación. En esta ocasión la cantante Meah Pace le hizo de contrapunto vocal y le acompañó en sus desenfrenados bailes. Su enérgico disco-punk hipnotizó a las masas y más aún cuando Nic bajó, no una, sino varias veces entre el público para contagiar su pasión por el baile. Con su ya gran éxito “Dance Is The Best Revenge” alcanzaron el climax y su final con “Slyd” fue arrollador.
Tras ellos de nuevo camino a la bonita Plaza San Jorge y cambio de registro con Elemotho Gaalelekwe. No nos llega mucha música desde Namibia, así que fue un privilegio conocer de primera mano la propuesta de este cantante y su cómplice grupo, que se desenvolvió con soltura y diversión en el escenario. Después de la locura del baile con !!!, las melódicas armonías vocales de sus canciones fueron un refrescante bálsamo. Y no es que sus composiciones no fueran rítmicas, porque lo son, pero es que por encima de todo poseen gran musicalidad. Elemotho explicó que beben de la tradición Setswana, a la que él le aplica su propia visión utilizando guitarras acústicas, mbira (piano de pulgar) y palmas, además con unos textos emotivos y reivindicativos. Fue un concierto tonificante para volver a la Plaza Mayor para ver a los arrolladores Red Baraat. Esta banda nacida en Brooklyn mezcla funk y bhangra y lo hace sin dar un respiro. Trompeta, clarinete y tuba más batería, dhol y guitarra que pueden recordar a unos Asian Dub Foundation mezclado con una brass band de Nueva Orleans, pero con muchas ganas de fiesta. Su música agitó de nuevo a un público que respondió bailando a su son.
Enric Montefusco y sus acompañantes recogieron el comprometido relevo y a pesar de que el sonido no les dejó relajarse, lograron crear un vínculo especial con un público que quizás no conocía excesivamente lo que iba a ver. En su primer disco “Meridiana”, Montefusco ha vestido sus canciones con instrumentación de música popular, pero sigue manteniendo ese intenso espíritu emocional que nos transmite sobre todo en directo. Completó su set con la repesca de las intensas “¿Por qué me llamas a estas horas?” y “Adelante Bonaparte” y cerraron con “Adiós”, en la que la percusión tomó el mando. Aunque aún tenían un as en la manga y se metieron entre el público para hacerles cantar a grito pelado “Todo para todos”. Realmente emocionante. Igualmente apasionante fue la actuación de la diva maliense Oumou Sangaré que dio un concierto más que notable. Con su carismática presencia y arropada por una eficiente banda, con dos coristas y bailarinas secundándola, hizo un repaso a su excelente último disco, “Mogoya”, que la ha acercado aún más a la gente joven de su país, porque justamente mira hacia las pistas de baile. Sus tres últimas canciones fueron impecables. Con la envolvente “Djoukourou”, los aires abrobeat de “Fadjamou” y la imparable “Yala Yala” cerraron una jornada Womad memorable.
El sábado la música volvió a sonar de la mano de otros dos grupos de la comunidad extremeña. Primero fueron Libertango eXtreM, quinteto de profesores de música amantes de la música de Astor Piazzolla, que interpretó con pasión algunas de las arrebatadoras composiciones del músico argentino. Tras ellos Supertennis mostraron ese pop fresco de guitarras fibrosas y aires de mod & brit pop que acaban de grabar en su primer trabajo “Mañana”. Después Sotomayor se convirtió en una de esas agradables sorpresas que siempre se descubren en este festival. Un proyecto de los hermanos Raúl y Paulina Sotomayor que combina música electrónica, percusiones y sonidos latinoamericanos en un viaje hacia la música de baile. Poco antes de anochecer sus ritmos fueron poco a poco envolviendo a una repleta Plaza San Jorge que cayó cautivada con su propuesta.
No le pasó lo mismo a Soleá Morente (foto superior) y Napoleón Solo. Si bien tuvieron sus acólitos, ese envoltorio aún más pop que ha creado para sus nuevas canciones no acabó de atrapar a un multitudinario público que quizás volvía a tener más ganas de baile. En su primera parte hizo un repaso a “Ole Lorelei” y sólo tras las brillantes “Dama errante” y “Todavía”, su concierto repuntó. Acabó antes de tiempo, algo extraño en este festival, con “Baila conmigo”, casi un tributo a Camela que el público sí que disfrutó. Vuelta a cambiar radicalmente de estilo para ver a Canalón de Timbiqui, combo colombiano liderado por la cantante Nidia Góngora con cuatro percusionistas y tres coristas. Su música tradicional de origen afrocolombiano causó furor en el festival SXSW de Austin y también lo hizo en el Womad. Sus canciones proceden de ritos ancestrales y muestran la tradición de la música del pacifico, lejos de la cumbia y el vallenato.
A pesar de parecer un choque frontal de culturas, el público pasó sin inmutarse de bailar esos ritmos tribales a danzar al ritmo de esa mezcla de músicas sirias, turcas, iraquíes y kurdas que amalgama el dabke de Omar Souleyman (foto principal). Y no le hizo falta más acompañamiento que su fiel teclista y compositor Rizan Sa'id para conseguir su objetivo: “que la gente se mueva”. Él pone su carismática presencia, con sus gafas oscuras, su pañuelo árabe y su bigote, mientras canta o da palmas con el micro bajo el brazo. Seguro que Yanara Espinoza estaría maravillada de ver las posibilidades de ese teclado, pero ahora Papaya tiene un batería real y eso le da otra profundidad a su fórmula. Han crecido en poco tiempo y en directo también. Su pop despreocupado de aire retro con nuevos ritmos tropicales fue muy bien acogido. Lo mismo que la emblemática Orchestra Baobab. Una banda que se formó allá por 1970 y que, a pesar de que la mayoría de sus componentes originales o han fallecido o no están en activo, mantiene la efectividad de sus ritmos afrocubanos. Temas ya clásicos como “Amikita Bay” o “Boulmamine” hicieron que las miles de personas que se mezclaban en la Plaza Mayor se balancearan a su ritmo. Gran punto final musical para otro Womad. Aunque es de justicia nombrar a las bandas emergentes que presentaron sus proyectos en el escenario IJEX@WOMAD de la Plaza Santa María. Una plaza que está a medio camino entre la Plaza Mayor y la Plaza San Jorge y es casi paso obligatorio, pero que inevitablemente sus horarios coinciden con los otros conciertos. Destacar sobre todo a Subterráneos por su pose, actitud y música y Arte Unfly, Lejin, Paradise Key, Picatoste, R.A.I.N., RMD Beatmaker y Shoul&LibraLoggia.
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