Noche de las buenas en el Kafe Antzokia, el mejor de los escenarios para ver a una de las bandas más importantes del rock contemporáneo actual: Wolfmother. Los australianos llegaban, por fin, a Bilbao tras varias cancelaciones, provocadas por lo que todo el mundo sabe, y la gente estaba ansiosa por ver a una de esas bandas que te aseguran siempre un buen rato.
Como aperitivo, pudimos disfrutar del concierto de los riojanos Messura, un grupo que se mueve en esa tierra de nadie entre el indie, el pop, el hard rock y el stoner, y que, a decir verdad, estuvieron más que correctos, dado el poco tiempo que llevan juntos y los problemas evidentes que hubo con el sonido, especialmente con las voces, que hicieron que no pudiéramos disfrutar como habríamos querido de las letras de los dos trabajos que han editado hasta el momento: el EP “Otoño XVII” y el largo “Animal”. Para la ocasión, los riojanos prepararon un setlist muy variado que, sin ningún tipo de complejos, subía y bajaba, pasando por todo tipo de sonidos, desde temas cercanos al pop como ‘Invertebrados’ que, no sé por qué me recordó a unos 091 distorsionados o a unos Vetusta Morla enrockecidos, al stoner de “Reinas”, pasando por la épica casi heavy de “Mienten”. Juegos sonoros y mucha distorsión que creaban atmósferas imposibles, que hacían que no pudiéramos quitar la vista de lo que sucedía en el escenario. Pero, si tengo que elegir una palabra para definir el concierto de Messura, sería “actitud”, la que derrocha este cuarteto de La Rioja, cuya propuesta, sin duda, habrá que seguir de cerca.
Y si hablamos de actitud, ¿qué se puede decir que no se haya dicho ya de Wolfmother o, lo que es lo mismo, la banda de Andrew Stockdale, único miembro fundador del grupo? Se presentaron en el Antzoki en formato trío y dejando claro desde el principio que no habían venido a Bilbao sólo a ver el Guggenheim (que no tengo ni idea si lo hicieron o no), sino que venían con la misión de volar la cabeza a todo el que pasara por allí; doy fe de que lo hicieron ya desde los primeros acordes de “Dimension”, con el que dieron el pistoletazo de salida a hora y media de auténtico rock. Y es que la propuesta de estos australianos no se puede encorsetar o limitar a una etiqueta, sino que pasan prácticamente por todo el espectro del rock y, tal y como leí en alguna ocasión (mis disculpas, porque no recuerdo dónde, pero me encantó el símil), Wolfmother son como una gran banda tributo a todos los grandes grupos de la historia, desde Black Sabbath hasta Kiss, pasando por AC/DC o los Who, pero todo ello pasado por una batidora en la que brilla el talento de Stockdale para asimilar todas estas influencias y crear temazos y temazos.
El setlist de esta gira parece estar basado, sobre todo, en las canciones de su primer álbum, aquel disco homónimo que les descubrió ante el mundo como una de las grandes esperanzas del panorama rockero en una época (2005) en la que había que agarrarse a algo, ¿y qué mejor que hacerlo a algo consistente? De aquella maravilla que, en mi caso, disfruté por primera vez en el lejano Azkena Rock Festival del 2011 sonaron prácticamente todas, desde la imprescindible “Woman” hasta “White unicorn”, donde se lució con los teclados y los sintes el pluriempleado bajista-teclista de la banda, pasando por un “Apple tree”, coreada en masa por un público entregado desde el minuto 1, el rock americano de “Vagabond”, la divertida “Apple tree”, “Colossal”, que con esos cambios de ritmo tan salvajes, engloba todo lo que es esta banda en directo, o “Joker and the thief”, causante del éxtasis colectivo que dio lugar a la locura final en la que volvimos a recordar lo que es esto de la música en directo: sudor, cercanía y desfase… hacerlo de otra manera ha sido un crimen inevitable en estos dos años de travesía por el desierto que, por suerte, ya tenemos casi olvidados.
Los australianos tampoco se olvidaron de repasar el resto de sus discos, y así sonaron “California queen”, su último sencillo, “Midnight train”, “Fellin love”, directa, breve y contundente, la muy “zeppeliniana” “Gypsy caravan” y la épica cercana al heavy de “Victorious” y “Rock and roll survivor”. Así que, con este repertorio, ¿quién va a querer que esto se acabe? Por desgracia, todo lo bueno tiene que terminar… pero, por suerte, Wolfmother quisieron hacernos felices un ratito más y, tras la ya comentada locura provocada por “Joker and the thief”, por aclamación popular, volvieron para terminar en todo lo alto con “Rock out”, canción con aires ochenteros que da título al último elepé de la banda y “Love train”, con la que ya sí que se daba por finalizada una noche que, a buen seguro, los y las que estuvimos presentes en el Antzoki, recordaremos durante mucho tiempo.
Señor Stockdale y compañía… que no vuelva a pasar tanto tiempo para que nos volvamos a ver. Vuelvan cuando quieran.
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