En una época en la que parece que el rock and roll está destinado a vivir en el ostracismo, se agradece la visita a España de bandas tan míticas del panorama internacional como Warrior Soul. Su concierto en la sala Mardi Gras fue una de esas citas vividas en familia, ya que (por desgracia) la asistencia no sumó tantos efectivos como cabría esperar dada su importancia real. Y es que la banda procedente de Nueva York incluía la parada en Mardi Gras dentro de una gira con la que están celebrando el treinta aniversario de su disco “The Space Age Playboys” (Jetglow Recordings, 94).
Tomaron el escenario con puntualidad para, a continuación, demostrar, en base a hora y media, los motivos por los que siguen al pie del cañón desde hace tanto tiempo. Un concierto en donde interpretaron íntegramente los temas del mencionado álbum para, además, hacer un breve repaso por algunos de los temas más míticos y esperados por los más fieles. Los integrantes de la banda demostraron un gran nivel, regalando buenas dosis de riffs de guitarras y caña en la batería, pero la mayoría de las miradas se las llevó su cantante y líder Kory Clarke. El americano saltó al escenario como si de un sacerdote a punto de presidir una eucaristía rockera se tratase, para a continuación dar toda una lección acerca de cómo presidir un escenario. No le importó la menguada asistencia, dejando claro que su labor pasaba por de dejar huella en los asistentes y en la sala, interpretando de forma más que correcta el setlist y evidenciando que, aunque no tenga la voz de sus inicios, mantiene la energía de un adolescente.
El frontman adornó, de paso, la actuación con una gran dosis de irreverencia (buena cantidad de puñetas incluida) y también con saltos, bailes y caídas al suelo de rodillas que volvieron locos a los asistentes. También a sus compañeros, siempre atentos al ritmo que les iba marcando. Hasta tuvo tiempo de ofrecer algunos discursos, mientras bebía la cerveza local e incluso un chupito de licor café que le dejó KO durante unos segundos. Cierto es que el suyo no fue el mejor concierto vivido en los 25 años que está cumpliendo la sala coruñesa, pero, a cambio, fue la demostración de que Warrior Soul y el rock siguen muy vivos.
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