La vida sin música sería un error y sin conciertos, un castigo de los dioses. Por eso hoy, después de la gran pausa, un festival significa mucho más que reconfigurar el decorado y el estado de ánimo del público asistente y de las propias bandas. Es una forma de vida y Juan Rivas y su equipo lo saben, el director del Festival Vive Nigrán, desde su empeño por no dejar pasar un año difícil sin música en el verano del Val Miñor, se lió la manta a la cabeza y reconstruyó el concepto del Festival Vive Nigrán, para darle un carácter más íntimo y exclusivo, siempre manteniendo las medidas de seguridad y protocolos Covid de nuestros días, rebautizando esta edición como Picnic Club Edition.
Tomen nota, el 1er Festival de Galicia que retoma su actividad post-Covid se convirtió en dos maravillosas noches para el recuerdo. Allí Prometeo le devolvió el fuego en forma de música a la humanidad.
Viernes 17
Dani, la joven y prometedora artista viguesa fue la encargada de abrir el escenario Vibra Mahou con “Donde Estás”, una canción pop colorista con una electrónica basada en samples y ecos de vapor wave que anticipa el paisaje sonoro de todo el concierto. Acompañada de María Grep a las bases y de Yago Guirado alternando guitarra eléctrica y bajo, continuaron con las bailables “Ojalá” y “Fui yo”. Acto seguido, Dani cogió su guitarra para versionar “Baby, I´m a Fool” de Melody Gardot, con una melancólica interpretación pop-jazzy que cautivó al personal. Con el público en el bolsillo siguieron con “Como solía creer” y “Mira”, para llegar a uno de los hits más representativos del disco, una canción magistral escrita por Nacho Canut: “Hoguera Existencial”. Telecaster en ristre y estribillo en boca del público que movía sus pies desde el compás prohibido del Covid. Después llegaron “Si te vas” y “Lágrimas”, el primer corte de “Veinte”, su primer Lp producido por Aaron Rux y publicado por El Volcán. Un disco tan recomendable como su directo enérgico, fresco y bailable presagiando una gran carrera como artista.
Cuando empezó a bajar el calor en el Val Miñor pudimos reencontrarnos con la arrolladora presencia de Anni B Sweet sobre el escenario Xacobeo 21 para cerrar la primera jornada del Vive Nigrán. Su primer concierto con banda desde la gran pausa pandémica se saldó con un directo brutal. Canciones con hilos de psicodelia y dream-pop que manejan ese “Universo por estrenar” como un títere al antojo de una banda deluxe, no en vano Víctor Cabezuelo y Julia Martín alma mater de Rufus T. Firefly, forman parte de la fórmula maestra para viajar del espacio exterior al interior sin mover el culo del asiento.
“La claridad de esta luz matinal, ciega más que las sombras…” Así comienza “Astros”, el viaje sideral que Anni B Sweet nos propone para descubrir el interior de sus canciones.
El viaje tuvo sus primeras paradas en “Un astronauta” y “Hormigas”, una canción pop espacial con ecos fronterizos. Después de un intenso corte instrumental, siguieron “La mente hambrienta”, “Ser luz” y “Sola con la luna”, el segundo single del disco que traza una línea invisible que va del dream-pop a la psicodelia con giros melódicos capaces que romper cualquier obstáculo sonoro.
Después llegó “El Tiempo”, una canción con aires de ranchera espacial que desemboca en una nana-saeta que devuelve a Ana Fabiola López a la raíz de su tierra. Prácticamente a la mitad del concierto, Anni versionó “Hello” de Los Módulos. A continuación llegó “La Vida está en otra parte”, inspirada en el libro “Clases de Literatura” de Julio Cortázar. Más tarde llegaron “Nova” y la versión que no suele faltar en el repertorio de sus últimos conciertos “White Rabbit” de Jefferson Airplane. Las siguientes en caer fueron “¿Qué hago aquí?” y “Buen viaje”, un trallazo de pop psicodélico con una melodía que se va retorciendo hasta llegar al estribillo que recuerda a los primeros Tame Impala.
Antes de los bises, tocaron “Juramento” y como no podía ser de otra manera, en el primer bis Anni B Sweet cogió la guitarra española y cantó a casi a capela “No puedo vivir sin ti”. Aquel gran hit publicitario de Coque Malla. Una vez acabada la euforia del momento karaoke de la noche, llegó “Ridiculous games 2060”, canción rescatada de su segundo disco, donde se volvieron a subir al escenario Víctor Cabezuelo, Julia Martín (ambos Rufus T. Firefly), Antonio Trapote (Ambre) y Chumi (Pájaro Sunrise). O lo que es lo mismo una tripulación de lujo para viajar a través de las canciones de esa gran artista llamada Anni B Sweet.
Sábado 18
El artista vigués Villanueva abrió la segunda noche del Vive Nigrán “Picnic Club Edition” en formato acústico, con canciones que transitan desde el rock de autor a un pop sugerente lleno de versos afilados que van alumbrando, con su voz grave, el camino del rock más literario.
La canción elegida para abrir la velada fue “Horizontal”, single que sirvió como adelanto de su último disco “Cuarto de Invitados”. Después llegaron “15 segundos”, interpretado con una guitarra jazz y su voz tenor-barítono. Atravesando el estribillo con acordes abiertos y un stomp box marcando el bombo a negras. Después de dejar la guitarra y de hacer una crítica al hipsterismo malasañero, cogió el ukelele para tocar “Bombas nucleares”, primer single de “Viajes de Ida”, su primer disco, más tarde llegaron “Soy de las buenas”, con una brillante interpretación en el que Villanueva sampleó la base del estribillo en directo y “Gala”, una de sus canciones favoritas de su último disco en la que volvió a meterse al público en el bolsillo, para cerrar su concierto con “Inevitable”, la primera canción de su primer disco como Villanueva, una declaración de intenciones, donde fue grabando con su looper en directo capas de sonido, de guitarra, voces y percusiones varias para acabar aporreando el tom de la batería de Julia (batería de Rufus T. Firefly) para despedir su concierto en el escenario Xacobeo 21. En definitiva, una liturgia de buenas canciones que demuestran que Villanueva es, ante todo, un compositor capaz de poner el dardo en la palabra.
El broche mágico para cerrar esta edición especial del Festival Vive Nigrán fue el viaje cósmico de Rufus T. Firefly. La banda de Aranjuez desafió por enésima vez los límites del sonido para invitarnos a atravesar con ellos sus canciones.
Justo antes de salir a tocar al escenario Vibra Mahou, Julia Martín, batería y alma mater de la banda junto a Víctor Cabezuelo, me decía que las ganas y la rabia contenida de todos estos meses sin tocar presagiaban un gran concierto. Y así fue. “Tsukamori” encendió la maquinaria a través del arpegio del secuenciador, hasta que arranca la banda y surge desde la niebla la voz Víctor Cabezuelo: “Que mis ojos atraviesen la coraza de la tierra enferma, que se abra el manto negro de la noche y libere a las estrellas”. Una declaración de intenciones en forma de introducción que continuó con “El Halcón Milenario” y “Loto”, la canción que da título a su último disco y que se mueve entre el dream-pop y la psicodelia mientras las melodías de voz se van entrelazando hasta explotar en el estribillo. Después tocaron su clásico “El problemático Winston Smith”, “Final Fantasy” o “Demogorgon” donde los secuenciadores y las texturas del retro-synth recordaban los primeros compases de Stranger Things. En el ecuador del concierto fueron apareciendo sucesivamente “Cisne Negro”, “Última noche en la Tierra”, “Pulp Fiction”, donde el riff de guitarras introdujo el despertar de la secuencia pop en la que Víctor Cabezuelo iba alternando guitarra, sintetizador con la melodía de voz más pop de todo el concierto. Después llegaron “Pompeya”, “Nebulosa Jade”, “Druyan & Sagan”, “Magnolia” y el cierre magistral con “Río Wolf”, esa canción que se retuerce desde el principio con ese riff armonizado a dos guitarras con el sintetizador para desembocar en un estribillo que sobrevuela nuestras cabezas. Una especie de rezo que sigue invocando al espíritu de Jeff Buckley cada vez que suena en sus conciertos.
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