Antes de que tiremos nuestras cosas
ConciertosAbraham Boba

Antes de que tiremos nuestras cosas

8 / 10
José De Monfort — 02-10-2020
Fecha — 01 octubre, 2020
Sala — Antic Teatre de Barcelona
Fotografía — Xavi Olmos

Este año Arrebato Libros celebra su veinte aniversario y para conmemorarlo, la editorial y librería madrileña tenía pensado un mini-festival de tres días en el Antic Teatre de Barcelona para el mes de marzo. Debido a la pandemia y las restricciones de movilidad que sufrimos en ese momento, la triple actuación se hubo de aplazar para el mes de octubre. Así, anoche pudimos disfrutar del primero de los espectáculos: Antes de que tiréis mis cosas, de Violeta Gil y Abraham Boba de León Benavente. Hoy, viernes 2 de octubre, se podrá ver a María Eloy-García, presentando su poemario “Los habitantes del panorama” y mañana, 3 de octubre (a las 20:00), será Laura Sam, con su poemario “Incendiaria”, la encargada de cerrar el festival. Tres excelentes poetas que presentan en Barcelona sus últimos poemarios publicados con Arrebato Libros, una imprescindible muestra de poesía contemporánea que no deberían perderse.

Quiero arrepentirme a tiempo

Coincidiendo con la salida de “Antes de que tiréis mis cosas” (Arrebato libros, 19), Violeta Gil y Abraham Boba de León Benavente se pusieron a colaborar juntos, para ver qué salía de su diálogo mutuo. Reordenaron y samplearon el material del poemario de Violeta Gil, escogieron algunas músicas (que a veces hacen de coro, pantalla, acompañamiento o paisaje sonoro) e incluyeron la disciplina de la danza y el baile, así como una cierta teatralidad performática a varias de las partes del espectáculo. El resultado es un show performático-poético orgánico y febril, sincero y musical, en el que la poeta se re-examina a sí misma a través de su obra, hasta acabar diluida en ella.

A diferencia de su poemario, aquí en el espectáculo que se ha podido ver en el Antic Teatre hay un motto (o mejor, mantra) que vehicula todo el espectáculo: “Ayer volví de América”. Extractos de ese largo poema se van diseminando por toda la obra. Pedazos sueltos del poema que, en su secuencialización nueva, permiten repensar el poemario al completo y le sirven a Violeta Gil no solo para reacomodar el discurso, que ahora entra un diálogo con la música y el baile, sino para redefinirle el sentido. Así, con lo que de letanía tenía “Antes de que tiréis mis cosas”, aquí se construye una fiesta pagana. Dicho de otra forma, donde antes había reflexión y pausa, aquí hay cierre y diseminación (muda de la palabra hacia la materia). Ello sirve para que la corporalidad textual de los versos se haga carne a través de una danza somática que toma el cuerpo de Violeta Gil como vehículo. Además, sirve también para hilvanar un hilo tenue por sobre toda la obra que le da cohesión y forma estructural: el de la poeta que nos cuenta lo que le contó íntimamente a una amiga (que es de otro país, lo que permite asimismo esa distanciación emotiva con el material tratado). De esta forma se produce un detachment al respecto de la confidencia original, que se re-elabora. Y así sucede con todo el espectáculo, que es sobreescritura (tanto de la obra como de la vida de la poeta). Sucede lo mismo, pero en una segunda línea, con otro de los poemas del libro, “metapoética”, que sirve de apertura del show y cierre del tramo final del mismo (aquí en este último tramo casi rapeado el poema), fungiendo como una suerte de metatexto que sirve para fijar la coherencia teórica, en una especie también de sobrepensar el poemario, gracias al diálogo con el ritmo, las bases sonoras y el fraseo de la enunciación pública del texto.

Escucharse a una misma de verdad

La performance oscila entre el susurro y el baile, en una oleada de confidencias (que no confesiones), en el sentido de que tienen que ver más con la duda ontológica que deambula por los aledaños del amor y la identidad (el amor, el desfase del amor, es uno de los temas importantes del show). Atraviesan toda la actuación una serie de dudas que no se resuelven, pero sí se liberan. La base de todo ello es la emoción prístina de un recuerdo, de todos los recuerdos que aquí se evocan, de aquella estancia de la poeta en Iowa, en 2015 (y de sus ecos). Y que, al final, sirven para repensar toda su historia bajo otras formas artísticas (fundamentalmente la música, la teatralidad y la danza). Se trata, en esencia, de volver a emocionarse con aquel primer encuentro con la belleza de las cosas. En última instancia, es escucharse a una misma de verdad. Es volver a emocionarse (y ello a través de la reflexión de lo vivido, que aquí se evidencia tanto en el texto, la música como -fundamentalmente- en la performatividad de la artista, que constantemente da vueltas sobre sí y sobre el escenario, como quien adivinase con el cuerpo).

El proceso es paulatino y tiene picos de gran intensidad en los que las frases cortas, repetitivas, que se pisan las unas a las otras, atropellándose en una carrera imposible, sirven como un elemento más de percusión rítmica. Al igual que los propios botines de Violeta Gil, que se unen al afecto del polisíndeton, golpeando contra el suelo y matizando, alargando o intensificando los ritmos. Entre ellos, por ejemplo, el momento en el que la poeta canta una versión espectral (à-la-Lynch) de “Halo” de Beyoncé, significativa por todo lo que tiene el espectáculo de aureolas y atmósferas; dicho de otra forma: de repeticiones y fantasmas. En otro momento, Gil lee uno de los poemas (directamente desde el libro), el que tiene el largo título “no puedo parar de pensar en aquel día en el aparcamiento del Walmart…”. Violeta recita, risueña y baila mientras suena “La ventanita” (y el público se anima y da palmas). Es la parte del espectáculo más liviana, pero por cómplice. Y que arranca encendidos aplausos del público, que agradece la distensión dramática y ese gesto gracias al cual la performer invita al respetable a ser co-partícipe de lo que sucede en el escenario. Porque, claro, el público también tiene memoria de las cosas.

Nos vemos mañana

El espectáculo, después de haber recorrido en sus diferentes fases el seminal poema “Ayer volví de América”, como comentábamos al principio, cierra con “maraton”, el poema que en Antes de que tiréis mis cosas abre la segunda parte del libro: el recuerdo de una noche mágica, fructífera y la más significativa de la estancia americana de la poeta. En las primeras representaciones de esta obra, era aquí cuando la poeta se desmelenaba. Esta noche, en el Antic Teatre, sin embargo, el desmelene ya viene de antes, gracias a que, debido a su recorrido por diferentes ciudades, ya ha adquirido la obra una organicidad propia. Lo que sucede entonces en este momento de éxtasis final es que el escenario se convierte en una discoteca, con una Violeta Gil desbocada a la que se le une finalmente Abraham Boba bailando. Unos ecos quedan sobre el escenario, y que la poeta retoma, gracias a los versos finales del poema “Ayer volví de América” (y que antes nos había esquilmado): ¿Nos vemos mañana? Pregunta la poeta a los espectros que quedan en el Antic Teatre, al público y a nadie. Para finalmente sentenciar: Nos vemos mañana.

El público aplaude maravillado y, también, algo atónito. Violeta Gil y Abraham Boba saludan, se retiran. Vuelve a salir Violeta a agradecer los aplausos y luego el silencio. Pero la gente no se levanta, sino muy lentamente, como quien quedase aun presa del hechizo. Detrás de mí tres chicas dan la clave. Dice una: "¡Qué power!". Dice otra: "¡Qué ganas de ponerme a bailar". La tercera sigue en silencio.

 

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