Hace unos días cerramos la vigésimo tercera edición del Viña Rock, uno de los más importantes festivales de todo el territorio. Más de 200.000 espectadores visitaron el recinto de Villarrobledo en cuatro días.
Esta edición estuvo marcada por el frío, el viento y las lluvias intermitentes, pero aún así vivimos uno de los mejores Viña Rock hasta la fecha. Un año más, siete escenarios abarcaron rock, mestizaje, punk, metal, rap, reggae y dub de la mano de las ciento veintitrés bandas que conformaban el cartel. ¿Lo peor? Lo de siempre, preocuparnos más por cómo combinar las horas y los grupos para perdernos el menor número posible de espectáculos. En ocasiones la elección era entre hasta cuatro grupos a la vez.
Sábado 28 de abril
La primera jornada la empezamos, un año más, haciendo cola para entrar al recinto. Esta vez estuvimos esperando cuarenta minutos en un tapón humano para poder entrar a ver a Josetxu Piperrak, que daba el pistoletazo de salida del escenario Poliakov. Debido a la aglomeración de la entrada solo pudimos disfrutar de los últimos temas, pero al menos fue un final de concierto apoteósico, con toda la gente enloqueciendo a media tarde con “Kualkier día” y “Mi primer amor”.
Seguidamente, y ya con un buen sol, optamos por visitar el escenario Villarrobledo, que para esta edición tuvo de apellido “Argimiro Martínez” en homenaje al iniciador del Viña Rock hace más de veinte años, y que falleció a finales del año pasado. Mala Reputación fueron los encargados de poner la pizca de rock asturiano para la soleada tarde del sábado. No faltaron éxitos como “Benditos juegos”, “Que la tierra…” o la armonía perfecta con el público en “Ceremonia”. Tampoco faltaron las miradas de complicidad con su público —muchas asturinas y hasta un cartel reivindicando la cooficialidad. El público de Villarrobledo poco a poco fue aumentando, a pesar de coincidir —y sobreponerse el sonido literalmente— con el concierto de despedida de Vendetta pocos metros más allá, en el escenario Negrita.
Al terminar Mala Reputación decidimos correr hasta el Viña Grow para disfrutar del sound system catalán por excelencia, Pirat’s Sound Sistema. El espectáculo del carismático Soto y compañía repasando desde viejos temas hasta el nuevo trabajo “Remena” (18), sembró la primera dosis de bailoteo y buen ambiente en la tarde-noche de la primera jornada. El público coreó las míticas como “Digues que faràs” o la esperadísima “Senyor de l’enrenou”, pero también “Remena”, “A.C.A.B” o “Ben lluny”, temas de su último disco.
Después del desencaje de cadera era el turno de disfrutar de algo diferente, atrevido y acertado, algo de rock instrumental con Toundra, que saltaban al escenario Villarrobledo. Presentaban “Vortex” (18), recién salido del horno. Desgraciadamente, a pesar de ser un grupo sin micrófonos, el poco público que nos acercamos a dicha zona tuvimos que lidiar con la mala sonorización y con Tomasito, que estaba en el escenario Negrita, dando la impresión de que era el nuevo fichaje de voces para Toundra. Uno de los principales problemas es que no se solucione el que se superpongan los sonidos de distintos escenarios. A pesar de eso, pudimos vibrar hasta erizársenos la piel con la pasión e intensidad que radian todos y cada uno de los instrumentos del cuarteto de Madrid.
A continuación, quisimos partirnos en dos. Por un lado volvían los “Segis” —en plena forma y con un gran sonido— al Viña Rock para celebrar el trigésimo aniversario, y por otro lado Iseo & Dodosound demostraban su brutal crecimiento en el Viña Grow. Recordemos que en la pasada edición estuvieron en la carpa de Dub y en sólo un año han conseguido reunir a miles de seguidores en el escenario principal de reggae.
La noche se hacía con uno de los conciertos más esperados del festival entre los jóvenes, Txarango. Los catalanes volvían al escenario Negrita un año más. La anécdota fue que en la pasada edición el concierto de Txarango fue el que más pasado por agua estuvo, y justo después de recordar esa noche y compararla con la buena velada de este año empezaron a caer las primeras gotas. Pero para nada nos preocupamos. Alguer y compañía, unidos con su público, dejaron el listón más que alto repasando “El cor de la terra” (17) y sus temas más queridos de “Som riu” (14) i “Benvinguts al llarg viatge” (12). Hubo hasta tiempo para leer una carta cuyo remitente era Jordi Cuixart desde Soto del Real.
Después de los catalanes nos movimos unos metros para llegar al Poliakov, donde vivimos el concierto más multitudinario de la primera jornada. Boikot y un arsenal de neones y efectos luminosos —muy acertados para la ocasión— hicieron las delicias de punks nostálgicos y nuevas generaciones que se mezclaban en una marea de público que llegaba más allá de dónde alcanzaba la vista. Los de Madrid bordaron el setlist, con especial mención a “Sin tiempo para respirar”, “Inés”, una emotiva “Bajo el suelo” y el baile masivo de “Skalasnikov”. Además, presentaron en sociedad la nueva “Hablarán las calles”, disponible desde hace apenas un par de semanas y que cuenta con la colaboración de miembros de Zoo, La Raíz, Aspencat y Los Chikos del Maíz. El tema lo dedicaron “no con el corazón, sino con el culo” al Partido Popular, concretamente a Cifuentes y a “Eme punto Rajoy” —salieron con un puñado de banderas de los papeles de Bárcenas.
Domingo 29 de abril
Amaneció el domingo con lluvia, más frío y con un viento que hizo volar tiendas de campaña, colchones y alguna que otra cosa un tanto más extraña. Aún así, el cielo se volvió más permisivo a medida que avanzaba la tarde y desde el recinto de conciertos se tomaron las medidas necesarias para que todo saliera como era debido.
Xavi Sarrià saltaba a las 16:30 de la tarde en el Negrita acompañado de su gran banda. Algunos nostálgicos se acercaron al sitio para corear temas añorando a Obrint Pas, pero también quedaron en muy buen lugar los temas del trabajo en solitario del valenciano, “Amb l’esperança entre les dents” (17). El desmontaje de las lonas traseras de los escenarios no fue suficiente y, debido al vendaval y la lluvia de cara, el concierto se paró unos diez minutos por seguridad. Como segundo concierto del día, Los Benito. Sorprendía la cantidad de público que se acercó al escenario Poliakov a las 17:30 de la tarde para ver a unos míticos del rock estatal. Presentaban “El rincón de mi cabeza” (17), pero los temas más coreados entre el público fueron los que sacaron cuando aún eran conocidos como Benito Kamelas: “Ayer soñé”, “Aquellas cosas que solíamos hacer” o “Fue mi abuelo”.
Sin parar un segundo, volvimos corriendo al escenario colindante para ver a Russkaja, los internacionales del día. Saltaron al Negrita veinte minutos tarde por culpa de unos problemas técnicos, pero la espera valió la pena. Los austríacos, con su ya característico vestuario, lo dieron todo por segundo año consecutivo. Inundaron la explanada central del recinto de su particular música ska-polka, e invitaron a todos los presentes a bailar con un fantástico buen ambiente. Como anécdota, el vocalista no paró de chapurrear algunas frases en castellano con la consecuente simpatía del público: “Somos la grupa Russkaja y venimos a traer la polka rusa” o “encantados de estar en el Viña Rock dos mil ochenta”. La locura se desató cuando nos enseñaron a “correr delante de un tractor, como los San Fermines pero versión vegana“, con “Traktor”. El delirio no hizo más que aumentar y los pogos-centrifugadora se apoderaron del público. Tampoco faltó la mítica versión de Avicii “Wake Me Up” —y aprovecharon para homenajear al DJ fallecido hace unas semanas.
Anochecía en Villarrobledo y miles de almas nos acercamos al Negrita para disfrutar de Trashtucada. Los de Cádiz alternaron los nuevos temas de “Quién dijo miedo” (18) con viejos éxitos, culminando, como no podía ser de otra manera, con todo el público cantando al unísono el tema por excelencia de los viajes en coche hasta Albacete, “De Festi? Vale”. Minutos después era el turno de Desakato que, probablemente, firmaron uno de los directos más potentes de la jornada y del festival. Pepo se lanzó al público —como de costumbre—, pero lo hizo en el minuto cero, sorprendiendo a todos los ahí presentes. Fue un show de principio a fin, y es que decidió volver a surfear de nuevo encima de su público hacia el final del concierto, y también se sumó Pablo con la guitarra. Nos enseñaron el buen estado de forma en el que se encuentran interpretando los temas nuevos como si fueran de toda la vida. La noche empezó con “Humo negro”, de su reciente EP “Antártida” (18) y sin apenas tiempo para coger aire nos encontramos coreando “Octubres rotos”, “Animales hambrientos”, y así cada tema que fueron disparado con una contundencia y sonido envidiables. La recta final se acercaba y la voz de Pablo y la de las miles de personas ahí congregadas se unieron para convertirse en una y dejar “Cada vez” grabado en la memoria del Viña Rock.
Era momento de recobrar fuerzas. Como dijimos más arriba, una de las cosas malas del Viña Rock es la cantidad de conciertos que puedes perderte si decides ir a cenar o a recargar pilas al campamento. Pero visto el mercurio, que iba cayendo grado a grado a medida que entraba la noche, era indispensable recuperar calorías después de tantos pogos. Pasada la medianoche llegamos al escenario Negrita para volver a ver a La Pegatina, que celebraban la friolera de ocho años seguidos actuando en el festival. Lo hicieron, una vez más, con miles de personas acompañándolos, pero juraríamos que no tantas como en ediciones pasadas. Posiblemente por solaparse con Hora Zulú, Natos y Waor y Smoking Souls. A pesar de eso, resonaron una vez más “Heridas de guerra”, “Miranda”, Non è facile”, “Llovera y yo veré”, “Y se fue” y un sinfín de grandes éxitos a los que se unieron los nuevos temas de “Ahora o nunca” (18). A destacar, la colaboración con los bosnios Dubioza Kolektiv, quienes salieron a cantar “Ni chicha ni limoná”. A pesar de eso —ya sea por la hora, por el frío o por el nuevo disco— nos dio la sensación de que fue un show un tanto más descafeinado que de costumbre.
Para cerrar la noche aguantamos hasta las cuatro de la mañana para ver un prometedor show de reggaecore con Mafalda. Ni el escandaloso frío ni la hora pudieron con una de las bandas más comprometidas del panorama estatal y que crece a ritmo frenético. Recordemos que el año pasado actuaron en un escenario menor y a primera hora de la tarde. Probablemente se enfrentaron al concierto más multitudinario de su trayectoria, pero lo encararon a la perfección. Un chute de adrenalina para la banda valenciana antes de encerrarse en el estudio.
Lunes 30 de abril
La última jornada la empezamos otra vez con los conciertos de primera hora de la tarde. Al final, esos son los que mejor pueden disfrutarse, ya que no hay tantas aglomeraciones y el ambiente suele ser de ilusión y distendido. Coincidían Auxili, Anier, BSV y Exceso. Nos decidimos por los últimos y, a pesar de que también tuvieron que parar unos minutos por la lluvia y viento de cara, Ferran supo mantener el tipo. Además, como anécdota, las primeras gotas llegaron con “Lluvias de abril”, momento que remarcó el vocalista. Es curioso cómo a pesar de haber lanzado el último material hace más de cinco años, Exceso tiene esa conexión especial con el público. Aún así, prometieron entrar al estudio este año para grabar cosas nuevas, con la mirada enfocada en un nuevo disco. Esa fue la primera sorpresa de la tarde —acompañada de una gran ovación por parte del público— y la segunda fue la visita de El niño de la Hipoteca, gran amigo de Ferran y con quien cantó “Último alimento del recuerdo”. El “Nen” tocaba una hora más tarde en el Negrita, donde aseguró que se le había roto la guitarra acústica y que le habían prestado una eléctrica minutos antes de salir al escenario.
Entre Exceso y éste era el turno de Dakidarría en el Poliakov. Los gallegos pasaban otra vez por el festival y lo hacían con un ejército de seguidores —con muchísimas estreleiras— y bromeando con el tiempo y la lluvia que les recordaba a su tierra. Contaron también con la colaboración de Julio Maloa de La Raíz, quien ha participado en “Filosofía incendiaria” (Maldito, 18), el último epé de la banda gallega. El concierto fue un mix de comentarios reivindicativos, confeti y pogos. El delirio se desató en varios momentos, sobre todo con “Mil berros”, “Lume”, “En Compostela” o “Terra”. Después del ska-rock de los del norte nos trasladamos al Viña Grow para escuchar a unos Green Valley que dejaron más que pequeño el escenario. Un acierto hubiera sido pasar a los vasco-catalanes a uno de los escenarios principales, como hicieron con Auxili. Las decenas de miles de personas ahí congregadas hubiéramos estado mucho más cómodas, porque probablemente fue el más multitudinario de los del género. El concierto fue de menos a más, ya que en los primeros temas la voz no casó muy bien con los instrumentos —las muecas de negación del vocalista nos hacían entrever que algo pasaba con el sonido interior del escenario. Una vez solucionado el problema la unión banda-público fue tremenda. El climax llegó con “Si no te tengo”, cuando Ander Valverde recordó a su hijo, quien nació el año pasado justo con la actuación en el festival y este año festejaba su primer aniversario de la misma forma, dedicándole la canción con miles de mecheros (y mecheros del 2018, es decir, linternas de móvil).
La noche encaraba la recta final y los nervios afloraban con el concierto más esperado, la despedida de La Raíz. Recordemos que después de la gira de este año la banda de Gandía se tomará un descanso indefinido, tras doce años de trabajo y éxitos —más que merecidos—girando por medio mundo. A media noche en punto empezaba “Las miserias de sus crímenes” y el éxtasis —entre tristeza, ilusión, llantos y locura— se apoderaba de Villarrobledo. Saltaban al escenario Poliakov por última vez y era un secreto a voces que la explanada entera del recinto se iba a quedar más pequeña que nunca. Hubo tiempo para repasar muchísimos éxitos del último y de otros discos. “Entre poetas y presos”, “El circo de la pena”, “Rueda la corona”, o “Por favor” se mezclaron con veteranas y queridas como “Borracha y callejera” y “El tren huracán”. A cada tema, más enchufadas las voces que, en ocasiones, eran hasta cuatro a la vez. La conexión con el público dejó momentos que erizaron la piel, destacando “Suya mi guerra” y el manto infinito de luces que nos convirtió a todos en pequeñas luciérnagas rendidas a los pies de La Raíz. Hora y poco después, las últimas canciones firmaron una triste y dulce despedida con “La hoguera de los continentes”, “Rueda la corona”, “A la sombra de la sierra” y una apabullante esperanza en forma de “Nos volveremos a ver” cerraron la noche mágica de, nos atrevemos a decir, una de las mejores bandas estatales de la última década.
Después de los sentimientos contradictorios, del subidón y de la tristeza, nos decidimos por Warcry. Los del norte saltaron al escenario Villarrobledo media hora tarde debido a problemas técnicos que probablemente tenían que ver con la lluvia de la tarde. De todos modos iniciaron su show con fuerza y pudimos ver la buena forma de la banda. Bromearon con su asiduidad en el Leyendas y compartieron temas de su último trabajo “Momentos” (17) y de la discografía de siempre, “Rebelde”, “Quiero oírte” o “Huelo el miedo” fueron de las más coreadas, y es que centenares de fieles de Warcry se acercaron hasta ahí para despedir el festival. Mientras, nosotros lo hicimos con Zoo en el escenario Negrita. Eran ya las cuatro de la mañana, con dos grados centígrados de temperatura, sin apenas voz y sin sentirnos ya las piernas del cansancio acumulado. Aún así debíamos hacerlo, cerrar el Viña Rock 2018 como Panxo manda, terminando de perder la voz con ellos. Los valencianos volvían a Villarrobledo después de hacerlo en 2016, cuando tocaron a primera hora de la tarde con ni la mitad de público que congregaron en esta edición. Empezaron el bolo fuerte, sorprendiéndonos con “Corbelles” como primer disparo. Repasaron los éxitos de su último “Raval” (17) y del debut “Tempestes vénen del sud” (14). Nos extrañó no oír “Robot”, su nuevo single de este año, pero tampoco nos importó mucho después del show que formaron con “El cap per avall”, cuando, después de un pequeño discurso en contra de la monarquía, sacaron un retrato de Felipe VI y lo giraron como bien indica el título. “Estiu”, “Impresentables”, “Imperfeccions”, “Esbarzers”… y no pararíamos de nombrar los temas que retumbaron en el recinto. La banda de Panxo y compañía fueron capaces de hacernos bailar después de tres y cuatro días de fiesta con doce horas de música al día. Bajaron el telón del festival, dejando el listón más que alto.
Nos atrevemos a decir que hemos vivido una de las mejores y más reivindicativas ediciones del Festival Viña Rock. En todo momento han estado presentes los temas más controvertidos de la actualidad. Casi todos los grupos tuvieron un pequeño speech condenando desde la censura sufrida por artistas hasta la sentencia de los violadores de La Manada, pasando por las proclamas a favor del derecho a decidir, entre otros temas. Todos pudieron decir la suya sin problema delante del respeto del público y de la organización.
Como dijimos el año pasado, el Viña Rock se tiene que vivir al menos una vez en la vida. Cometen algunos errores, como la poca visibilidad de la mujer —cosa que, según los organizadores, van tratando año tras año— o los tapones masivos que se producen en horas puntas. Tampoco tendrá el cartel más cambiante del panorama de festivales y tampoco los artistas más influyentes del panorama internacional, pero lo que está claro es que el ambiente, la fraternidad y el buen saber estar de los asistentes nada tiene que envidiar a otros festivales.
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