Viña Rock 2002
Conciertos

Viña Rock 2002

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17-06-2002
Empresa — Viña-Rock
Fotografía — Archivo

Ahora que me toca explicar qué pasó el fin de semana en Villarrobledo, sé que no encontraré las palabras justas para intentar transmitir todo aquello. El Viña-Rock no es sólo un buen festival de música (¿buen?, ¿he dicho sólo buen?), sino también una manera de colarse por un túnel para percibir sensaciones diferentes a las que nos tiene acostumbrado nuestra existencia rutinaria. Una lástima que el viernes por la noche, aquello todavía te pillé algo frío (entre atascos por la N-430, sitio para aparcar, montar tienda, cenar, acreditarte) porque ya el primer día no tiene desperdicio. La envolvente Amparanoia, Celtas Cortos ofreciendo uno de sus últimos conciertos con Jesús Cifuentes a la cabeza, Siniestro Total desplegando un repertorio diferente a sus numerosos incondicionales o la agradable sorpresa de Marea, grupo navarro de tendencias viscerales que ha conseguido unir rock y poesía (el vocalista es mejor poeta que cantante) o, para los amantes del género, toda una retahíla de grupos míticos en la escena heavy-nacional: Beethoven R, Dark Moor o Áspid. Mientras, en el escenario Sennheiser, los hip-hoperos van acomodando sus ritmos creando entre ellos una masa única, de movimientos compasados, una atmósfera suave donde la música más que oírse, se palpa. Llega el sábado por la mañana y el cuerpo pide caña, demasiada caña. El cartel del Viña-Rock anuncia cuarenta y tres conciertos. Para no volverse loco hay que tomar una decisión y elegir un escenario, a lo sumo dos, porque, debido a la cantidad de gente, no es fácil moverse de uno a otro. Los horarios a veces son traicioneros: hay que elegir entre Rosendo o Ángeles del Infierno, Macaco o unos renacidos Barricada, que presentaban nuevo disco, Mártires del Compás o Sólo Los Solo, uno de los grupos con más fuerza dentro del hip-hop actual. Pero, de entre todo aquello, me quedo con la fuerza de El Último Ke Zierre, una banda castellonense que consigue transmitir rabia y sensaciones realmente apreciables. Su concierto fue a las dos de la tarde, pero no les impidió hacer apología de la vida nocturna (referencia constante en sus temas). Y con los Mártires del Compás (y no lo digo porque me dieran de comer y beber, aunque muchas gracias) sino porque muestran una actitud desenfadada sobre el escenario, desmitificando el arte del flamenco, pero reivindicando a la vez su valía, con unos músicos sencillamente buenísimos y un Chico Caña, que, viéndolo actuar, parece que haya visto la luz desde sus gafas oscuras y su barba tupida. Mastretta, La Polla, Macaco, Rosendo o muchos otros van pasando por tus oídos, que se muestran incapaces de asimilar tamaña sobredosis de sonidos. Como ocurre con las novedades literarias en Sant Jordi, algunas bandas aprovechan la oportunidad masiva que les brinda su actuación en el festival para presentar sus últimos trabajos, como Boikot con su “De espaldas al mundo”, o para adelantar canciones del próximo, como O´Funk’illo con “Planeta Aceituna”. A esta vorágine musical debemos sumarles ese buen rollo que transmiten cuarenta y tantas mil personas empatizadas entre sí.

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