Cinco años cumple ya el festival que quizá más apuesta por la comodidad de sus asistentes, tanto en servicios como en dimensiones o en la adecuación y decoración del espacio. Todo esto hace que sea ideal para disfrutarlo en familia, como se puede observar en todos sus escenarios.
La jornada del jueves 28 la comenzamos con Calexico, que calentaron motores superando a una tímida lluvia que amenazaba con empañar la recta final de su actuación. Presentaban su reciente “The Thread That Keeps Us”, pero cuanto más latinos se ponían, más hacían mover a la gente. Al final del concierto Amparanoia les acompañó con “Cumbia de donde” y cerraron el show con Depedro prestando su voz a “Flores y tamales”. Y es que Jairo Zavala es un estrecho colaborador de los americanos desde hace años. Seguidamente Curtis Harding desplegó su clasicismo bastante más escorado hacia el rock que hacia el soul. Quizás “On And On” fue la más coreada, pero aquella noche el plato fuerte eran Los Planetas, quienes, con su repertorio inapelable, siempre acaban por echar por tierra las barreras o suspicacias que pueda poner según qué público. Y si no, ya se encarga de derribarlas Eric Jiménez a golpe de batería. “Señora de las alturas”, “Santos que yo te pinté”, “Toxicosmos” y esa traca final con “Un buen día”, “Nuevas sensaciones” y “De viaje”. El show resultó un repaso a su carrera, de los pildorazos pop a las elucubraciones flamencas pasando por la psicodelia. Pero las ganas de fiesta festivalera las condensaron Novedades Carminha y su desparpajo punk. Comenzaron con “Te quiero igual”, perfecta para la ocasión con esas líneas que dicen “aunque te gusten Los Planetas, como a todos los puretas… yo te quiero igual”. “De vuelta de todo”, “Ritmo en la sangre”, “Que Dios reparta fuerte”, “Jódete y baila”… Les resulta fácil mover culos y pintar sonrisas.
El viernes era el día más fuerte del festival y se notó en la afluencia de público, pero aunque los ánimos iban dirigidos a Franz Ferdinand, la triunfadora de la jornada fue St. Vincent. Con una puesta en escena espectacular tanto por la iluminación como por las proyecciones o por las máscaras de la banda, Annie Clark jugaba a su gusto con el público: del romanticismo al rock o a los ramalazos synth pop ochenteros. La recta final con “New York”, “Hang On Me”, “Happy Birthday Johnny” y “Severed Crossed Fingers” arrasó. Aunque “Masseduction” fue el protagonista, no se olvidó de perlas antiguas como “Year Of The Tiger” o “Cheerleader”. Pero la jornada había comenzado temprano en el curioso escenario de El Vaixell. Ramón Rodríguez y Ricardo Lezón llevaban casi un año sin tocar juntos después de girar a lo largo y ancho del territorio español con aquel maravilloso “Lluvia y truenos”. Con la inestimable ayuda de Marc Prats a los teclados, The New Raemon y McEnroe fundieron una vez más sus voces y guitarras. Se les notaba con ganas de charlar, de ponerse al día, también de recordar batallitas, y ese buen rollo y admiración mutua se transmitía. Uniformados con barba y gorra de camionero, Rodríguez y Lezón son dos tipos muy diferentes y muy parecidos al mismo tiempo. Que saquen otro disco juntos, va. Seguidamente en La Cova, uno de los pequeños escenarios de El Bosque, Miren Iza, Tulsa, presentaba “Centauros”, donde el piano gana protagonismo a costa de la guitarra. Le siguió en el mismo escenario Núria Graham. Aunque hija de Vic, jugaba en casa. Su propuesta encaja al cien por cien en el ADN del festival. De hecho, ya ha tocado anteriormente, aunque en escenarios más pequeños. De hecho, nos lo recordó antes de tocar “The Stable”, un tema relativamente nuevo inspirado en el Vida. Mucha gente abarrotaba el espacio para ver a la menuda catalana, que se puso el mono de trabajo (literal) para presentar su último trabajo “Does It Ring A Bell”, un segundo largo bastante más psicodélico que su predecesor. “Bird Hits Its Head Against The Wall”, “Cloud Fifteen” y “Smile On The Grass” sonaron a gloria. Poco más tarde, en el escenario de La Masía, Nick Mulvey convencía a los allí congregados comenzando él solo con “We Are Never Apart” para luego sumarse el resto de la banda. Tan efectivo como inofensivo. Pero llegaba el plato fuerte de la noche. Con Franz Ferdinand pasa un poco como con Los Planetas, y es que con ese repertorio es imposible que sus conciertos no tengan momentos álgidos como “Do You Want To”, “The Dark Side Of The Matinee” o “Michael” y, por supuesto un “Take Me Out” que provocó el delirio. Aun así, cierta sensación de cansancio sí que transmitieron, ya sea por la cantidad de veces que les hemos visto, porque algunas canciones sonaron como más lentas, o porque la comparación con St. Vincent les hacía palidecer. Después, el papel que en la primera noche jugaron Novedades Carminha, le tocaba en la segunda jornada a Joe Crepúsculo, y aunque no fue una de sus mejores noches, hitazos como “Te voy a pinchar”, “El día de las medusas”, “Ritmo mágico” o “Mi fábrica de baile” triunfaron entre un público que acabó invadiendo el escenario. Esta vez el catalán iba acompañado de Aaron Rux, Sergio Pérez, Tomasito y de un barman que no paró de servirles cócteles durante todo el concierto. Guille Milkyway cerró la noche con su DJ set.
El romanticismo de Iron & Wine hizo lo que pudo para imponer su delicadeza desde el escenario principal. Y lo consiguió para todos aquellos que se acercaron ya entregados, porque a pesar de “Boy With A Coin”, “Call It Dreaming”, “Fever Dream” o “Woman King”, era difícil superar el murmullo insistente, y más con una banda más cercana al jazz en un pequeño club que al escenario grande de un festival. Minutos antes, en el Vaixell, Albert Pla arrancaba él solo explicándonos la historia de cómo se folló a Antònia Font. El público se apretaba todo lo posible para encajar en el limitado espacio y comenzaban las carcajadas y los aplausos. Siguió con la historia de amor con la princesa en “Majestad”, ya acompañado de Diego Cortés a la guitarra, y continuó el “romanticismo” con “La sequía”. Trobador, cuentacuentos, clown, humorista, músico, provocador… Pla se ríe de todo y de todos. Nos hace gritar vivas a la monarquía o no-comenzar una revolución al grito de “Insolación”. La combinación del virtuosismo de Cortés con su “cante” es irresistible y, para muchos de los allí congregados, fue el concierto de la jornada. Ya en el escenario de La Cabana, quizás demasiado pequeño para su figura, Josh Rouse presentaba su reciente “Love In The Modern Age”, en el que rescata un sonido más ochentero. Pero también hubo tiempo de rescatar “Love Vibration” y otras joyas de aquel “1972”. Sigue siendo entrañable. They Might Be Giants son una ‘rara avis’, inclasificables, inabarcables y tremendamente divertidos en directo. Calentaron al personal con la proyección del mítico videoclip “Walk This Way” de Aerosmith y Run DMC doblado de manera por el dúo de Brooklyn. La banda liderada por John Fansburgh y John Linnell no es para el gran público, pero encima de un escenario como el Vida Festival funciona sobre todo cuando explotan su lado más paródico -metieron el estribillo de “Chandelier” de Sia en uno de sus temas como si nada- y sus improvisaciones conducidas, que fomentan la interactividad con el público. Quizá fueron de más a menos, pero firmaron uno de los directos más interesantes de la jornada del sábado mientras nuestro redactor jefe, Joan S. Luna, ponía patas arriba el Vida Club con su ecléctica maleta, echando mano de una de las selecciones más bailables que le recordamos. Hookworms en el escenario de La Masía, sorprendieron a más de uno y funcionaron bastante bien en el espacio en el que se había programado su concierto. Presentaban “Microshift” y demostraron sobre las tablas que el cambio en su sonido ha sido para bien. En los próximos días Mourn presentarán su nuevo disco en una extensa gira por Estados Unidos de la mano de su sello neoyorquino -había gente de Captured Tracks viendo su concierto-, pero no podían perder la oportunidad de rodar sus nuevas composiciones bajo los focos de un festival como el Vida. Máxima expectación en el escenario La Cova para disfrutar en directo los nuevos temazos de Leia, Jazz, Carla y Antonio; tan divertidos como “Fun At The Geysers” y tan rabiosos y oscuros como “Thank You For Coming Over” y “Divorce”. Con “Sorpresa familia”, Mourn han visto la luz después de un largo túnel. Se intuye la rabia en las nuevas composiciones, también algo de madurez. Y en directo siguen siendo una apisonadora de indie rock, con algo de grunge pop y ramalazo emocore. Nos despedimos del festival mientras Of Montreal intentaban justifican su posición en el cartel, algo que solamente consiguieron a medias. Quizás no fuera el momento, pero ha llovido mucho desde que los de Athens fueran la sensación de Elephant Six y el tiempo no ha jugado de su lado. Su repertorio es interesante, pero Kevin Barnes y su gente han dado tantos tumbos estilísticos –sin alejarse nunca en exceso de la psicodelia- que resulta difícil meterse en su universo si no eres uno de sus fans más íntegros. Eso sí, funcionan mejor cuánto más bailables de ponen.
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