Que el VIDA es uno de los festivales más cómodos, bonitos y cuidados del país es un secreto a voces. Un evento de evidente espíritu indie en el que la media de edad se sitúa por encima de los treinta y en el que te vas a encontrar con la mayor concentración de cochecitos de bebé por metro cuadrado del planeta festivalero. Padres abnegados de lo más moderno que “gozarán” lo que puedan y les dejen los más “peques” de la música, la buena música. Porque aquí se viene sobre todo a eso: A disfrutar de los conciertos. Por eso el Vida es el único festival que se puede permitir el lujo de programar a un buen número de artistas, cuyas propuestas, no son las que mejor encajan en el concepto festivalero habitual. Ese de espíritu más 'verbenero' en el sentido más festivo del término. Artistas como Destroyer, Guitarricadelafuente, Rocío Márquez y Bronquio, Cat Power o incluso Alt-j se paladean mejor en un auditorio cómodamente sentados. Por eso no deja de ser curioso que, liberados ya de la pandemia, el cartel fuera en el fondo tan pandémico. O si lo prefieres, tan íntimo. Y eso funcionó en algunas ocasiones, pero zozobró algo en otras.
Entre las primeras, las que funcionaron, cabe destacar el buen estado de forma en el que se encuentran los escoceses Belle And Sebastian. Sin embargo, no deja de ser curioso que, habiendo publicado un álbum tan estupendo como el reciente “A Bit O f Previous”, lo desdeñaran de una forma tan evidente. Yo solo contabilicé una tempranera “Unnecessary Drama” que sonó trepidante y trotona, con esa armónica desatada y, tras la cual, el propio Stuart Murdoch preguntó a la audiencia en castellano si preferíamos canciones nuevas o “viejjjjaaaasssss”. La respuesta del respetable fue meridiana. Se acabaron las novedades para entrar en una batería de temas tan incontestables como conocidos: “Another Sunny Day”, “The Boy With The Arab Strap”, “Funny Little Forg”... Un cancionero imbatible y una banda con mucho oficio con un maestro de ceremonias que parece disfrutar como un niño de ese estatus tan merecido.
Si nos vamos al cabeza de cartel del sábado, es decir Alt-j, también cabe hablar de éxito absoluto. Los ingleses salieron en formato trío a defender un repertorio que, al contrario que Belle And Sebastian, en su primera mitad se apuntaló bastante en el último y cuarto trabajo de la banda. Un flamante “The Dream” que les consagra como un grupo a ser muy tenido en cuenta, despejando cualquier tipo de dudas que se hayan cernido sobre ellos de forma algo injusta. En directo, los de Leeds saben potenciar muy bien los puntos fuertes de su música. Hablamos, como no, de lo bien que empastan las voces de Gus Unger-Hamilton (teclista) y Joe Newman (guitarra), pero también de las imprescindibles líneas melódicas que su batería Thom Green sabe trazar en directo, básicas para el desarrollo hipnótico de su música. Y ahí está la clave de todo. Sus canciones repletas de notas y vericuetos se van desplegando como un suave manto de terciopelo sobre las cabezas de un público embelesado por lo bien y ajustado que suena todo. Un deleite sonoro que solo puede ser recibido con una gran sonrisa de satisfacción.
Pero también hubo decepciones en el festival. Era incluso predecible que pudiera pasar lo que pasó con Cat Power. No es mi intención hacer demasiada leña con una artista que lo tiene todo a su favor para ser emblemática, pero que no lo logra en la mayor parte de sus directos. El exagerado filtro de voz al que sometió su micrófono, unido a un deambular algo perdido sobre el escenario, hizo que la sensación de elefante en cacharrería cobrara su máxima acepción. Todo lo contrario que la actuación de Destroyer, es decir, de Dan Bejar y su banda, quienes desplegaron una contundencia sonora, densa e intrincada en la que el sonido se impuso por encima del repertorio –que prácticamente acabó siendo lo de menos–. En el mismo escenario, pero el día anterior, también deslumbraron Mishima. Pese a la baja de Marc Lloret a los teclados, los catalanes demostraron una vez más que su fórmula suena empastada y solvente tras tantos años de vuelo juntos. Además cuentan con un estupendo nuevo trabajo bajo el brazo titulado “L'aigua clara” que no hace sino reforzar todavía más su estatus dentro del indie que debería trascender más allá de las fronteras catalanas. Sonaron como lo que son: un grupo con mayúsculas.
Aunque si vamos por orden cronológico cabe decir que empezamos la jornada del jueves con una Soccer Mommy que venía a presentarnos su reciente “Sometimes, Forever”. Sophie Allison empezó defendiendo sus canciones en solitario antes de que se le acabase uniendo el resto de banda en un show solvente. Ya en uno de los pequeños escenarios del bosque, pudimos disfrutar de Anna Andreu acompañada de Marina Arrufat. Presentaban su notable “La mida” y contaron con la ayuda de Ferran Palau para interpretar “Un son”.
El escenario principal se inauguraba con Israel Fernández y Diego del Morao en una jornada con especial atención a la música de raíces, en este caso en su versión más ortodoxa repasando los diferentes palos del flamenco. Porque si hablamos de música de raíces en su versión más heterodoxa, para eso ya teníamos a Rodrigo Cuevas, que se paseó de la zarzuela a la música tradicional asturiana abanico en mano, plataformas y mantón de manila. Cuevas nos sitúa en todo momento en lo que vamos a escuchar a continuación, nos describe su imaginería –más del siglo XIX que del XX–, pero lo suyo es inenarrable en el mejor de los sentidos.
Parcels - Foto: Christian Bertrand
Parcels volvían al Vida, el festival que les ha visto crecer, para invitarnos a su particular viaje entre el día y la noche. A ratos lo consiguieron gracias a la abundancia de ideas y la buena ejecución, a pesar de la falta de canciones. Pero si de hacernos viajar se trataba, más fácil les resultó a Balthazar que a los australianos. Los belgas podían presentar por fin “The Sand”, y lo hicieron con elegancia y rotundidad. El baile continuó con unos The Avalanches que, veinte años después de “Since I Left You”, intentan mantener la vigencia de su particular collage sonoro con discos que no han podido hacerle sombra a su reverenciado clásico. Así que lo consiguen ya sea a fuerza de nostalgia o de ofrecer un producto imperecedero.
La noche acabaría con la confluencia entre electrónica y tradición por parte de Rocío Márquez y Bronquio con el flamenco y de Baiuca con la música gallega. El cuerpo nos dio para sorprendernos con la puesta en escena del excelente “Tercer Cielo”, pero por agotamiento no llegamos a disfrutar de los desarrollos de Alejandro Guillán. Ha habido grandes ocasiones anteriores y las habrá en breve, así que tenemos claro que no defraudó a quienes sí asistieron a su show.
De los dos días siguientes y obviando los grupos ya mencionados con anterioridad, cabe destacar la solvencia soul de Black Pumas y la incontestable presencia escénica del vocalista y guitarra Eric Burton. Lo único que les queda por demostrar, y deberán hacerlo en ese segundo disco en el que ya están trabajando, es que su cancionero tiene que ir más allá de ese tema emblemático que es “Colors” con el que se despidieron. Por momentos parecía que el público estaba más expectante de ver cuando llegaría el hit de marras que del set completo de la banda. Por su parte, ellos se ajustan a los cánones del soul con algún colorido latin en los solos de Adrian Quesada y esa se me antoja una fórmula que deberían explorar en el futuro para hacer algo diferente. Algo que fusionara sin complejos a Carlos Santana con Otis Reading o viceversa.
Guitarricadelafuente - Foto: Andrea Silvan
El mismo día y en el mismo escenario pudimos disfrutar también de la actuación de Alizzz. El de “Castefa” salió con ganas al escenario dispuesto a alegrarnos la tarde, pero pronto quedó demostrado que su todavía escaso bagaje de canciones no logra apuntalar un show al completo. A eso hay que sumarle que su banda, pese a tener un sonido más que correcto, se muestra demasiado estática en un profesional segundo plano que convierte el show del catalán en algo plano y eso a pesar de contar con la solvencia de temas incontestables como “El encuentro” o “Ya no siento nada”. Algo parecido le sucedió el viernes a Guitarricadelafuente. Aquí el problema no fue tanto la escasez de temas entre los que elegir, que también, sino más bien que la propuesta de Álvaro Lafuente no se proyecta hacia afuera, sino que lo hace más bien hacia su rico interior, y eso, atendiendo a que actuaba en el escenario de mayor tamaño del festival, resulta un problema. Máxime si quieres convencer de la primera a la última de las almas allí congregadas.
Y ya que hablamos de escenarios, también nos dejamos caer por los más pequeños situados en la preciosa zona arbolada del festival. Allí pudimos disfrutar del siempre contundente y electrizante show de Crudo Pimento; del accidentado show de Shego, que sacaron adelante pese a no contar con la presencia por enfermedad de su batería, a la que suplieron con el sonido enlatado de un ordenador; y del contundente despliegue de unos The Parrots que empezaron sin sonido por los chivatos del escenario, lo que no les impidió dejar constancia de su capacidad para dejar huella bajo cualquier circunstancia.
Es evidente que hubo más artistas y de alguno de ellos disfrutamos algo de pasada. Fue el caso de Maren, quien abría el escenario de La Masia la tarde del viernes y que nos dejó la sensación de que todavía le queda mucho trabajo por hacer a la hora de apuntalar con mayor solvencia una propuesta sincera y de autor que puede darnos alegrías en el futuro. También Delaporte estrenaban el sábado el mismo escenario, pero con un resultado totalmente opuesto, atrapándonos con su contundente electrónica bailable que merecía un horario nocturno y no tan caluroso. Incluso así, hubo jolgorio y mucho con las sendas versiones de “Cariñito” y “Toro”. Por su parte Boye sí contó con ese horario nocturno, con lo que el actor y cantante puso a bailar a todo el mundo con ese extraño hit electro-operístico llamado “Veni Vidi Vici” que no le va a fallar nunca a la hora de poner del revés cualquier plaza.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.