La cuarta edición del Vida, se ha cerrado con record de asistencia gracias a una primera jornada, que si otros años fue meramente testimonial como pistoletazo de salida, en esta ocasión se convirtió en un día más de festival con potentes cabezas de cartel. El recinto sigue conservando sus dimensiones humanas y continúa ganando espacios siempre conservando el gusto en la decoración que le ha caracterizado desde el principio y le ha convertido en festival más bonito y agradable de cuantos pululan por nuestro país.
La jornada del jueves comenzaba para nosotros con Joan Miquel Oliver presentando su reciente “Atlantis” en el escenario principal del recinto de La Masia d’en Cabanyes. El marciano-mallorquín fue desgranando sus particulares hits acompañado de una banda que arropaba su introversión. Le siguieron en el mismo escenario los australianos Parcels que se convirtieron en el gran descubrimiento del festival. Los nuevos apadrinados por Daft Punk (les han producido el tema “Overnight”) desplegaron ritmo funk y disco, temas super pegadizos y bailables, con una puesta en escena minimalista con una cortina de brillantina plateada, muy disco de los ochenta, que puso a bailar a todo el mundo. Repitieron al día siguiente por la mañana en la Daurada Beach Club, con la playa de fondo, ofreciendo un show a pie de la gente. Tienen todavía esa ingenuidad e ilusión de los comienzos, se les notaba disfrutando, recorriéndose el escenario de un lado a otro, bajando y subiendo, como metidos dentro de su propia fiesta y contagiando el buen rollo y las ganas de bailar. Sin duda, una de las apuestas para este año y que el festival ya avanzó hace unos meses en su fiesta de presentación en Barcelona. Guadalupe Plata actuaban en La Cabaña, uno de los pequeños escenarios sumergidos en el bosquecillo de pinos que rodea el recinto. Su blues oscuro contó con un amplio público que se entregó a su concierto desde los primero minutos. Lo cierto es que les favorecen los espacios reducidos con la gente agolpada en las primeras filas. Pero el plato fuerte del día eran los franceses Phoenix, que venían a presentar su reciente “Ti amo”, disco con el que han recuperado el pulso. “Trying To Be Cool”, “Lasso”, “If I Ever Feel Better”, “Listztomania” (convertida en un gigantesco karaoke) o las recientes “J-Boy”, “Goodbye Soleil” o “Ti Amo” sonaron perfectas, con el pulcro sonido que les caracteriza. Con la sonrisa en los labios, nos adentramos de nuevo en el bosque para ver a Las Bistecs. Y la sonrisa se convirtió en carcajada. “Ano”, “Problemas”, “Historia del arte”, “Señoras bien” Sueltas, descaradas y con más morro que una colección de selfies de chonis, nos hicieron bailar y reír con una actitud desbordante que supera el que no sepan cantar, no sepan bailar y no sepan tocar, como ellas mismas avisan. Una pesadilla para cualquier músico que se tome a si mismo demasiado en serio. La noche acabó con Eol Arlkan. El Dj y productor inglés, fundador de Phantasy Records, hizo una versión mucho mas ácida de la que nos tiene acostumbrados. Más de dos horas en las que no pudimos dejar de bailar, destacando temas como “Maskindans”, un rework de de Todd Terje.
El viernes comenzó con el encanto de Lidia Damunt embaucando a los presentes desde es escenario de la barca varada entre los pinos. Poco después, el rock clásico enriquecido de sonoridades paralelas de Dr. Dog se convirtió en un aperitivo perfecto para Devendra Banhart en el escenario principal. El venezolano salió al escenario con una vestimenta peculiar, y una coqueta/chubasquero atado a la cintura, ocultando su escuálida figura, que movía de un lado al otro del escenario, totalmente absorbido por sí mismo. Entre canción y canción se pierde contando historias, disertando sobre la vida y el amor y mostrando su hippismo recalcitrante, a la vez que su sentido del humor (espero): “nunca te sientas solo, miles de microorganismos viven dentro de ti”. Sonaron “Saturday Night”, “Für Hildegard von Bingen” y cerró con “Carmensita” un concierto más corto de lo que se esperaba y con el espíritu de Caetano Veloso presente durante todo el set. Depués nos trasladamos a los sesenta con Real Estate y sus armonías vocales. Desde su paso por el Primavera en 2014, llevábamos esperándolos con ganas, después sobre todo de su último disco “In Mind”. Ofrecieron un show impecable. Aunque echamos de menos “Talking Backwards”, tocaron otras piezas más “raras” como “Wonder Years" de su disco “Days”. Acabaron puntuales y la gente se quedó con ganas de más, gritando un buen rato pidiendo que volvieran al escenario. Se respiraba entre el público verdadera devoción por una banda que sin duda desprende amor y remueve sentimientos. De nuevo en el bosque, el poco tiempo que pudimos dedicar a Los Punsetes no acabó de enganchar. Nos faltaron sus hits incontestables y la actitud de Ariadna no ayuda nada, claro. Era el turno de The Flaming Lips en el escenario principal y sí, llevan quince años con el mismo espectáculo, pero ese comienzo con “Race For The Prize” y el consiguiente estallido de colores fluorescentes, confetti y explosiones de humo, ya te traslada a ese mundo de arco iris, globos, setas, unicornios y estrellas en el sentido más literal, porque ahí está, todo ante ti. “Yoshimi Battles The Pink Robots”, “The Yeah Yeah Yeah Song” y una versión de “Space Oddity” ampliamente coreada. Grandes canciones, gran atrezzo y gran frikismo de un Wayne Coyne que sigue haciéndonos sufrir con su falta de voz. Muy bonito todo, pero ya lo hemos visto muchas veces. Seguidamente La Casa Azul fue una fiesta total, pues el ambiente ya estaba caldeado. “La revolución sexual” fue el gran momento sin duda. John Talabot cerró la segunda jornada con un set a la altura. Una pinchada muy parecida al disco set de tres horas del Primavera y a su disco con Talaboman, repitiendo incluso muchos temas. Si Erol tiró por el electro-acido, Talabot destaca por su vertiente más tribal (africana).
La última jornada del festival la inauguraba a lo grande un Enric Montefusco que presentaba su debut en solitario “Meridiana” con su más que probada solvencia sobre el escenario. Seguidamente, en el carismático escenario de la barca, actuaba Rosalía con un Refree que ya se ha hecho dueño de ese escenario, pues ha actuado en las cuatro ediciones del festival acompañando nada menos que a Silvia Pérez Cruz o a Kiko Veneno. Rosalía tiene una voz cautivadora pero aún tiene camino por recorrer para epatar como merece. Poco después, Mishima desplegaban su clase en el escenario principal. Jugaban en casa y el concierto y la hora vinieron a ser un merecido homenaje a una trayectoria intachable. Warhaus, el proyecto en solitario de Maarten Devoldere, que junto a Jinte Deprez lidera el grupo de rock Belga Balthazar, que actuaron el año pasado en el festival, satisfacieron a quienes todavía no les conocían. Temas bailables y una puesta en escena hipnótica: las piernas de Sylvie Kreusch no dejaban de moverse como de un oleaje se tratase, de una manera sensual, ella colocada de perfil, mirando a uno de los lados del escenario, para destacar su silueta y haciendo los coros. Pero el plato fuerte de la noche eran unos Fleet Foxes que venían a presentar un controvertido “Crack-Up” que no ha sido del gusto de todos y ha creado bandos entre sus seguidores. A la banda quizá le pese demasiado su debut homónimo. El concierto logró enganchar a pesar de un comienzo algo enmarañado y a pesar de que su música no tiene el punto festivalero que tenían los cabezas de cartel de las jornadas anteriores. Acabó tan controvertido como su último álbum: encantó a algunos y aburrió a otros. El mayor pero que se les puede poner fue el derroche que su “ex” Father John Misty se marcó hace dos años en el mismo escenario. Por otro lado, lo de Chico y Chica fue un tanto decepcionante, no por cómo sonasen o por su electro-pop efectivo, si no porque la actitud de Rose Manfredi no acaba de casar con unos temas que Las Bistecs defenderían mucho mejor. Los que no defraudaron fueron Jagwar Ma con un show vibrante que nos dejó con ganas de volverlos a ver en Mad Cool esta semana. Pero la gran decepción fue la pinchada de The Magician. Después de los shows de Erol Alkan y John Talabot, su set resultó muy simplón y comercial, lejos del estilo que guiaba un festival con un público independiente, mas exigente y maduro.
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