De la alucinante acogida en la plaza del Trigo de Aranda de Duero en el verano de 2008 a los cinco sold outs consecutivos en La Riviera. ¿Cuáles son los límites de Vetusta Morla? No, esta pregunta no es nueva. Vuelve a estar presente al calor de cada hito del grupo de Tres Cantos, reyes absolutos del indie patrio. Nos la volvemos a hacer ahora. Y es que la historia de esta banda empieza a tener tintes de irrepetible. En esta ocasión se trataba de poner punto y final a una gira que les ha tenido ocupados nada menos que 18 meses, en los que Vetusta Morla ha abierto horizontes, ofreciendo una seria y exitosa gira por el continente americano; y en los que ha demostrado sus capacidad para reinventarse sobre la marcha, como demuestra su experiencia junto a la Orquesta Sinfónica de Murcia, de origen benéfico e intención puntual, que servía para dar un nuevo color a sus canciones.
Por suerte, las ideas evolucionan, y como bien dice Pucho, siempre hay un loco encargado de llevarlas a otro nivel, de darle otra nueva vuelta de tuerca. Este fin de semana, Vetusta Morla tomaba el madrileño Circo Price durante dos días con la intención de despedirse hasta nuevo aviso. Desde allí, y de nuevo junto a la Orquesta Sinfónica de Murcia, ofrecía dos conciertos diarios en los que, por supuesto, el público volvió a responder. Un lujo mutuo, para espectadores y músicos. Un escenario ampliado que llegaba a ocupar la mitad de la pista del circo, un público sentado en la otra mitad y las gradas repletas.
La banda ofrecería un concierto lleno de emoción, de progresiva intensidad e inteligentemente dividido en tres partes. Para comenzar, y en clave acústica, sonarían temas como “Al respirar” o “Autocrítica”, preparando así el ambiente antes de dar la bienvenida a la orquesta, de apabullante presencia visual y sonora. Llegados a este punto, Vetusta Morla cedía gran parte del protagonismo y el gran interés residía en saborear los arreglos orquestales para las canciones de la banda madrileña, acertadísimos en temas como “En el río”, repletos de épica y fuerza en el cierre.
Respeto y atención por parte del público, vendido con canciones como “Copenhague” o “Sharabbey Road”, con varios amagos de puestas en pie y el definitivo abandono de sus asientos en una fase final en la que, ya sin la presencia de la orquesta, la banda recuperaría el habitual formato eléctrico con el objetivo de rematar la jugada. “Valiente”, “La cuadratura del círculo” y una lluvia de percusión y experimentación para un final de locura.
Sin duda, una experiencia diferente y un gran resumen final de esta última etapa de Vetusta Morla, una banda que no parece terminar de acusar aquello de haberse puesto el listón tan alto.
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