La de por sí loable iniciativa de Girando por Salas se antoja cada vez más imprescindible, enfrascados sus responsables en esa empresa consistente en mover nuevas bandas por el territorio nacional con la intención de que acumulen experiencia en base al circuito más auténtico que existe: el de las pequeñas salas de conciertos. Una iniciativa especialmente necesaria para esos heroicos locales empeñados en programar música en directo y también los propios grupos, tras el parón motivado por la pandemia de la que unos y otros aún se están recuperando. Tal es el caso de Venturi, que visitaban Zamora por primera vez con su debut en formato largo bajo el brazo, tras aquel mini-elepé de siete temas ‘Mi estúpida opinión’ (Oso Polita, 18) que vio la luz hace cuatro años. ‘No puede ser peor’ (Oso Polita, 21) es la carta de presentación definitiva de los madrileños, y la excusa con la que están de ruta por numerosos escenarios españoles.
El trío reconvertido en cuarteto presenta como principal valedor de su propuesta una serie de influencias que, lejos de buscar la originalidad como motivo, se muestran al público sin tapujos, obviando cualquier tipo de disimulo y regalando a cambio generosas dosis de alborozo e ímpetu juvenil. La suya es, en realidad, un tipo de honestidad diferente, que propone referentes en primera línea del asunto y apuesta por una lista que va de Editors a The Strokes pasando por Art Brut, Kaiser Chiefs o Interpol. El invento funciona, desde luego, al contacto con las tablas, con el grupo completando una actuación convincente y con mayoría de temas con gancho durante los cuales, en efecto, pueden se suceden las mencionadas influencias. El directo de la formación resulta también solvente en la parte ejecutiva, con guitarrista y batería intercambiándose el papel a mitad del bolo, un bajista eléctrico que parece recién llegado de los ochenta, y un vocalista cada vez más suelto mientras se suceden canciones como “Woman”, “Tranquilísimo”, “Naces, creces, enloqueces”, “Darveider”, “Estamos bien” o una acelerada versión del “Autosuficiencia” de Parálisis Permanente.
Venturi no inventan absolutamente nada. Tampoco lo pretenden. De hecho, consiguen mutar lo que bien podría ser un hándicap en virtud descarada, tras saber cómo leer influencias y derivarlas hacia magnéticas canciones en castellano que invitan a la celebración hedonista. Obviamente el combo tiene margen de mejora por delante, pero alberga un potencial interesante –y que además puede abarcar varios estratos generacionales de público– que casi con toda seguridad irán desarrollando en un futuro inmediato. Venturi dejaron muy buen sabor de boca a su paso por La Cueva del Jazz en Vivo, ofertando uno de esos conciertos activos y de buen pulso ante los que no cabe presentar queja alguna, perfecto para relajar después de la semana laboral y como piedra de toque para comenzar los festejos del fin de semana. Apunten su nombre, porque no sería raro que empiecen a oír hablar de ellos con frecuencia, incluyendo los carteles de los festivales estivales del año que viene.
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