Después del concierto de Álvaro Muñoz en el Teatro Góngora, la noche fluía plácida en Córdoba. ciudad estoica. De brisa tórrida bajo la luna llena y músicos que se emborrachan con poetas. La reunión de varias generaciones de melómanos en la puerta del Gran Teatro revelaba que no era una velada cualquiera de verano. El ex Yacentes fue adolescente prodigio del pop. Allá por 1986 ya destacaba con La Fábrica de Colores en el concurso de bandas revelación de Andalucía. Pero su trayectoria pasará a la historia de los pie de página del rock español como ejemplo de talento no explotado, de referente en la sombra, de proscrito voluntario. Hace poco, Álvaro se reencontró con la vetusta Fábrica de Colores de Sevilla que inspiró el nombre del grupo. Para el que quiere ver, todo son señales. Así que el cordobés hizo caso al consejo de su amigo Fernando Vacas (Flow, Prin’ La Lá), que llevaba un año intentando convencerle para recuperar en directo el repertorio de aquel primer disco, publicado en 1991.
Entre ensayo y ensayo, en una reciente tertulia radiofónica en la casa de Vacas, Tarik rechazaba la manida coletilla del “qué pena que no hayas triunfado”. En el camino quedan dos discos pluscuamperfectos, pop de quilates, con el sello Mushroom Pillow. Pero ahora mandaba el cancionero antiguo, saco de composiciones donde la briosa y confesional ‘Entonces por qué’ ha aguantado con firmeza el paso de las décadas. Y fue uno de los momentos compungidos del concierto, cuando Fernando Vacas invitó a Álvaro a tocar el pequeño himno de la época con la guitarra del desaparecido Charly de la Mata. Aunque hubo mucho más. Bien arropado por ese seguro de vida en la batería que es Eric Jiménez y un guitarrista californiano desconocido fuera de la escena califal, C.C. Olivas, que, con Vacas al bajo, hacía de esta Fábrica de Colores una máquina de precisión. Como siempre, Tarik fue brillante en sus culebreos y efectos de pedalera a las seis cuerdas. Sonidos que, en gran medida, reinventaron aquellas canciones tan extrañas en su tiempo, cuando la más sofisticada experimentación pop, con coartada intelectual, corría de la mano de Radio Futura.
Para los mayores, fue un ejercicio de nostalgia. Para los no tanto, una grata sorpresa. Para todos, una patada en los cojones. ¿Por qué no se prodiga más? La música del primer Tarik resultaba críptica, pictórica, abigarrada y, al final, emocionante. ‘Un pequeño agujero en la pared’ representó el lado oscuro. La delicada ‘Gloria, Gloria’ sobrecogió. Como ‘Esa extraña emoción’. Todas remozadas, homologables en su recreación a la psicodelia guitarrera de hoy. Para los bises dejó caramelos del último lustro: ‘Tiene que pasar’, ‘La ascensión de Lupo’ y la odisea espacial de ‘I see a UFO’, éxtasis final para un espectáculo irrepetible. Porque hacía siete años que Tarik no actuaba bajo el rótulo de La Fábrica de Colores. Porque estos temas tienen un cuarto de siglo. Y nadie sabe cuándo regresará el Guadiana. Eso sí, por el bien de la humanidad, que Álvaro vaya sacando lo que guarda en el cajón.
me piace molto, y me encanto esa noche