Daba gusto verle, ahí arriba, escudado tras sus habituales gafas oscuras, marcar el ritmo del concierto a su antojo. Van Morrison, artista inquieto como pocos, desplegó todas las caras de su poliédrico talento: swing, soul, rythm & blues, pop y... ¡rock & roll! Sí, señores, Morrison rockea. A pesar de su carácter retraído y de la gran introspección que se respira en buena parte de su discografía, el irlandés quiso demostrar sobre el escenario lo que revela su último trabajo, “You Win Again": el country-boogie (vía Otis Blackwell o Hank Williams) también forma parte de su explosiva coctelera. Para sacudirla ahí estaban los Red Hot Pokers, solvente banda de espíritu jazzístico, y Linda Gail Lewis, hermana del incendiario Jerry Lee, acompañándole al piano y en segundas voces y que fue la gran sorpresa de la velada, dejando al respetable boquiabierto con una energía que acabó por contagiar al hermético Morrison, quien, empujado por el calor de un público entregado de antemano, disfrutó como pocas veces se le ha visto. Alternó perlas propias (“Into The Music”, “Bulbs”, “The Philosophers Stone”, “Wavelength”, “Bright Side Of The Road”...) con palpitantes relecturas de John Lee Hooker (“Boogie Chillen”) o Dave Bartholomew (“Real Gone Lover”) y puntuales referencias a Chuck Berry, Ray Charles y Bob Dylan, en un medley que constituyó el punto álgido del show. Los morrisonianos más puristas seguramente salieron descolocados ante tal muestra de desparpajo, pero Van Morrison es quien dicta las normas. Por llevar más de treinta años en la brecha, por discos como “Astral Weeks” o “Hyms To The Silence”, por temas como “Crazy Love” o “Brown Eyed Girl”, y por conciertos tan emocionantes como los del pasado 6 de octubre. Como gritó Linda, auténtica “Lady Killer”, en varias ocasiones: “¡give a big hand for The Man!”.
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