Abría la noche una Núria Graham que se encuentra en pleno proceso de transformación en el interior de una crisálida eléctrica que no acaba de explotar del todo. Núria quiere surgir de ella, de la mano de sus dos acompañantes, como una mariposa radiante, firme y aguerrida, mucho más aguerrida. Está a un paso de lograrlo, pero aún precisa ese punto de desenfreno salvaje que no acaba de encontrar. Un dejarse llevar que vuelva a tender la correa de transmisión con el público, que antes se basaba precisamente en lo que ahora parece decidida a romper, es decir, transmitía una frágil dulzura que encandilaba, pero a la que está dispuesta a renunciar. Valiente decisión la suya al querer tocar lo que sin duda funciona, pero hay que subir con mayor decisión esos peldaños y lograr que nos quedemos con la boca abierta. Y si no que se lo pegunten a los Unknown Mortal Orchestra que de dejarse llevar y explotar el lado más “free” de su propuesta saben un rato largo.
La banda capitaneada por Ruban Nielson se encuentra en una curiosa encrucijada. Situaron su segundo álbum en casi todas las listas de lo mejor de 2013 y, sin embargo, nadie parece contar con su reciente “Multi-Love” a la hora de hacer balance de este año presto a acabarse. Puede que el punto de sofisticación que han alcanzado, rompiendo con el sonido más genuino, arenoso y algo descacharrado de su anterior álbum, haya descolocado a más de uno, o simplemente la realidad se impone y cabe reconocer que este tercer disco no tiene temas con el mismo peso específico de “So Good At Being In Trouble”, “Swim As Sleep (Like a Shark)” o “From The Sun”, piezas a las que no pueden renunciar en directo. Sea lo que sea, lo cierto es que los de Portland tienen un cancionero muy eficaz que saben escoger con mucho tino de sus tres discos (el primero es el que sale peor parado, aunque es difícil renunciar a un tema como Ffunny Ffriends” con ese fraseo de guitarra tan pegajoso), logrando un concierto basculado que pasa por diferentes estados de excitación, ofreciendo como novedad un mayor protagonismo de unos teclados que robustecen su puesta en escena, y no solo tapando huecos, sino lazándose incluso a alguna galopada paralela a los devaneos más propios del jazz-rock a los que la guitarra de Ruban Nielson parece abocada ahora. Si antes el peso Hendrix en directo era más que evidente, cualquiera diría que otros dioses de la seis cuerdas tipo John McLaughlin forman parte de su cabecera nocturna, salvando todas las distancias del mundo, por supuesto.
Y así, tras más de una decena de canciones estiradas, amoldadas y mutadas en directo para el disfrute de todos, llegó el broche de oro bailongo con una “Can’t Keep Checking My Phone” que, con bola de espejos incluida cortesía de la sala Apolo, nos puso a danzar a todos deseando que la noche no finalizara nunca. Un cierre que nos recordó que la carrera de estos desconocidos mortales no ha hecho más que empezar, y que pueden depararnos grandes logros en el futuro si continúan dando con la tecla que fabrica melodías pegajosas que escapan de lo más obvio y que nos atrapan por su genuina rareza. Música friki que no necesariamente tenga que contaminarse de cacharros digitales para sonar distinta
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