El festival de las salas

El Underfest es uno de esos festivales que siempre se agradecen, porque se desmarca con creces de todos esos festivales clónicos que hay a lo largo del verano en todo el país. Lo primero, por su cuidada selección de artistas, nacionales e internacionales, que de otra forma sería difícil verlos. Algo clave si tenemos en cuenta que se realiza rozando el otoño y sería un error programar a artistas que ya han actuado en la zona varias veces. Lo segundo, por lo especial del formato, ya que se realiza en diferentes espacios de la ciudad de Vigo, auditorios, museos y salas de conciertos, promoviendo así la cultura de sala entre el público festivalero. Una fórmula que consigue repetirse por quinto año consecutivo y que lo consolida como una propuesta muy interesante para finalizar el verano vigués. Creo que todos los asistentes podemos coincidir en que ha sido muy dinámico, la puntualidad ha sido británica en casi todos los conciertos y las propuestas fueron muy variadas; y, en algunas ocasiones, he tenido la sensación de que ha sido un auténtico lujo disfrutar de bandas de tanto nivel en una sala de la ciudad.

La jornada del viernes arrancaba en el hall del Museo MARCO, un espacio de piedra con una acústica privilegiada en el que, perfectamente elegido, actuaba el estadounidense Sam Amidon. El cantautor dejó momentos maravillosos en la hora que duró el concierto, claramente influenciadas por el folk americano, a veces a golpe de guitarra acústica y otras con banjo. En el mismo museo, pasamos al auditorio principal para descubrir a Queidem, que demostró que maneja a la perfección el equilibrio entre lo experimental y el pop. Nos movimos hasta la Sala Kominsky, una sala pequeñita y con un encantador halo underground, para disfrutar de Ciel, el gran descubrimiento del festival y mi concierto favorito. La banda de Brighton ha heredado la esencia de indie de los noventa; un trío que se mueve entre sonidos dreampop, garage o grunge. Una muestra de que sigue habiendo bandas muy jóvenes dispuestas a coger una guitarra, un bajo y una batería, alejarse de las tendencias y expresarse a través de esos sonidos alternativos que tanto nos gustan.

El plato fuerte del viernes era Blood Red Shoes (en la foto). Para ello nos desplazamos hasta la Sala Master, adaptada al numeroso público que llenó el recinto y disfrutó el concierto que ofreció la banda formada por Laura-Mary Carter y Steven Ansell, que no se dejó nada y desplegó lo mejor de su repertorio. Un concierto enérgico, de poco más de una hora, en el que no faltaron momentos como “It’s Getting Boring By The Sea”, “Lost Kids” o “I Wish I Was Someone Better”, que consiguió que el público se fuese animando poco a poco hasta acabar rendido a la banda británica. Tras ellos, llegó el turno de PVA, que abarrotaron la Sala Radar, para poner el punto electrónico de la noche. Una banda elegante, underground, enérgica e hipnotizante que gustó mucho a la gente. Volvimos nuevamente a la Sala Master para la última actuación de la noche, donde La Perra Blanco nos devolvió a ese sonido americano, tras los sonidos británicos que habían venido después del primer concierto. Un trío de rockabilly de formato clásico, batería, guitarra y contrabajo que, con mucha maestría, demostraron que sigue funcionando esa vieja fórmula en la que tuvieron cabida también sonidos de blues más primitivo.

El sábado tuvo lugar la actuación estrella del festival, el esperado concierto de Paul Weller. Un abarrotado Auditorio Mar de Vigo esperaba al músico británico con los brazos abiertos, conscientes de lo que iban a ver, ya que el público de Weller conoce perfectamente su trayectoria y no es el típico que espera un concierto de grandes éxitos de su primera época. Esa es una de las cosas que se agradece, el ver que ha sabido crecer, evolucionar y ¿por qué no decirlo? envejecer con mucha dignidad, lejos de perpetuar, como muchos otros, la figura de eterno adolescente. La cuestión es que alguien con su trayectoria, sus canciones y la banda que le acompañaba, ya podíamos prever que la noche iba a ser mágica. El que sigue siendo un icono del mod, ofreció un concierto muy sobrio, elegante, altivo y diferente a todo lo que se puede ver. Como era de esperar, se centró bastante en sus últimos álbumes, pero, aun no siendo un ejercicio de nostalgia, hubo hueco para canciones de The Style Council y un par de temas de The Jam. Arrancaba muy puntual con “Cosmic Fringes” e hizo un setlist muy coherente, que fluía con naturalidad y maestría, con un Weller que se cambiaba la guitarra acústica por la eléctrica y, ocasionalmente, por el piano. No fue hasta los bises cuando el público, entregadísimo, pudo escuchar las populares “Do you Something To Me” y “Broken Stones”. Para terminar, regaló el clásico “Town Called Malice” de The Jam, dejando para la historia un concierto que a algunos no se le borrará de la cabeza.

La noche continuaba en la Sala Radar, con _Juno, concierto en el que Zahara y Martí Perarnau IV presentaban su nuevo disco “_BCN747” (23) frente a un público en silencio prestando atención a los matices, que son muchos, de un dúo diferente y especial dentro de la escena nacional. Los Mejillones Tigre pusieron patas arriba la Sala Kominsky, con una propuesta original y divertida que fue novedosa para muchos que reconocían ir a ciegas a descubrir a la banda andaluza. Una mezcla de estilos que va desde el rock hasta la cumbia hasta el soul que no deja indiferente a nadie. La noche se quedaba para los sonidos más electrónicos y bailables para propuestas como Alex Silva, Yung Prado o Mueveloreina, de forma que el Underfest se alargó hasta bien entrada la madrugada. Sin duda, es uno de esos festivales que son necesarios, en los que puedes ver propuestas muy variadas en un corto espacio de tiempo y, de paso, descubrir salas, espacios y la vida nocturna de una ciudad que está viviendo una resurrección muy interesante. Veremos con qué nos sorprenden el año que viene.