Hay detalles que son de un buen gusto incuestionable. Como terminar el concierto que ofrecían Julián Maeso y su grupo en Bilbao a los ritmos de una lectura personal del “Do it again” de Steely Dan. Y es que un guiño como este es de mucho calado. Asiste el oyente de Maeso a una espléndida recuperación por parte del artista de cientos de sonoridades con las raíces bien arraigadas en los años 70, dejándose abrazar por los tentáculos provenientes de la década anterior y sin miedo a profundizar evitando la epidermis de la época. Así, recuperar a Donald Fagen y Walter Becker, algo totalmente inusual en el panorama musical actual, con su clásico de 1972, haciendo gala de su negritud sofisticada y exuberante, es finalizar un concierto confirmando todo lo apuntado durante el mismo.
Pero ya antes, mediado el set, había dejado caer otra perla como la versión del stoniano “Wild horses” tomada directamente de la lectura que hiciera Leon Russell en su disco “Stop all that jazz”, cabalgando a lomos de unos teclados que la llevan hacia ritmos honky-tonk y ambientes de garito humeante.
Y antes aún, abriendo sesión con el “Will you be free” de su disco de debut para a continuación arremeter con los ritmos trotones de puro boogie años 70 de “Leave it in time”, ya estaba dejando claro que la propuesta comenzada en aquel “Dreams are gone” y asentada en el actual “One way ticket to Saturn” es un punto de no retorno para un músico que, ya de sobras reconocido entre sus pares, debería serlo igualmente entre un público consciente de tener en surcos y en directo una auténtica joya. Su maestría con el ajado hammond cubre todo de una pátina de honestidad orgánica, de musculatura de raíz negra y caldo de cultivo en nocturno club de Harlem, de añoranzas y ponzoñas basadas en una década, la de los años 70, que bien mirada y mejor querida, ofrece la esencia del momento en que el rock, el soul o el blues se hicieron adultos pero sin abandonar la loca inocencia del inmaduro. Esa exultante alegría bailable sobre la melancolía que desprende “It’s been a hard day”, los aires a Traffic que soplan en “We can’t keep on waiting for good times to come”, la pesadez rítmica de “Someday maybe Someday”, el olor a barra de bar y sexo de “Get ready, get strong”, los destellos a la chulería negra de Sly and The Family Stone en “Little by Little”, guiños que pueden llevarte de Santana a Clapton, del funk al soul, del hard al blues…
Julián Maeso poco tiene que demostrar cuando juega con las teclas, se muestra directo cuando coge la guitarra, vocalmente ofrece emoción y calidez y se siente perfectamente arropado por un grupo que sí parece tal, con unos Paco Cerezo y Gonzalo Maestre contundentes pero elegantes en la sección rítmica y un soberbio Pere Mallén a las guitarras. Más allá del poder evocador del ciertamente presente ejercicio de estilo, esperemos que llegue el día en que no tengamos que oír aquello de que si fuera extranjero estaría recibiendo alabanzas por doquier. Lo tenemos aquí y ahora. Debemos aprovecharlo.
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