Todo al rojo
ConciertosTwenty One Pilots

Todo al rojo

9 / 10
Montse Galeano — 24-04-2025
Empresa — Live Nation España S.A.U.
Fecha — 22 abril, 2025
Sala — Palau Sant Jordi, Barcelona
Fotografía — Hara Amorós

Un chico encapuchado corre entre las sombras de una ciudad que no existe en ningún mapa, pero todos hemos visitado alguna vez. Intenta escapar. Corre entre ruinas encendidas, mientras figuras encapuchadas lo persiguen desde una ciudad que nadie nombra en voz alta: Dema. En su huida, no está solo. Un ejército de fieles lo anima desde las gradas, enfundados en rojo, como si fueran parte de la revuelta. Y quizás lo son, porque los conciertos de Twenty One Pilots rompen la cuarta pared: los fans se convierten en un actor más de este teatro en el que nadie se queda a mirar desde fuera.

Hablar de ópera rock con Twenty One Pilots se queda corto, y necesitaríamos muchos más caracteres para analizar su universo. A lo largo de toda su carrera, la banda ha construido una narrativa viva que se estira entre discos, videoclips y directos, como una novela coral que llega a su capítulo final con "Clancy" (2024), un álbum donde el fuego arrasa con todo lo anterior para cerrar el círculo. Pero lo mejor de sus directos, al contrario que otros universos cinemáticos, es que no hace falta conocer la historia completa para entrar. Aunque el lore exista —con sus obispos corruptos, sus ciudades inventadas y sus símbolos crípticos— lo que ocurre sobre el escenario del Palau Sant Jordi tiene una energía que va mucho allá.

El telón cae. El ritmo marcial de “Overcompensate” marca el inicio, un comienzo cinematográfico que conecta con sus raíces para pasar a “Holding On To You”. Luego, fuego literal durante “Vignette”, con salto mortal incluido, un torrente que desenboca en “Car Radio”, una cápsula de angustia que termina siempre convertida en coro multitudinario.

El directo de Twenty One Pilots equilibra la tensión interna de sus letras con estallidos de euforia colectiva, en una noche donde esta dualidad se convierte en el hilo conductor, pero a la vez es evidente que cada gesto, como en todo gran espectáculo de arena, está milimétricamente orquestado. Más sorprendente es que, esta distopia de dimensiones épicas, la construyen solo dos personas: Tyler Joseph, en primera línea luciendo rango vocal o rapeando según requiera la situación, y Josh Dun, marcando el pulso desde la batería con una intensidad que desborda. Un duo que conocimos en pequeño formato, con canciones introspectivas y extremadanamente personales. Quizás por eso mismo hay algo en su directo, casi instintivo, que a pesar de las grandes dimensiones busca romper en todo momento la distancia con su público.

Como si hubiera escapado de su propio show para mezclarse con los suyos, un foco ilumina a Tyler Joseph desde las gradas más altas del Palau. Una pirueta escénica que se convierte en un gesto de complicidad, pero no será el único. En cada ciudad, graban a los fans que esperan durante horas en las puertas, les preguntan qué significa la banda para ellos, y sus voces anónimas terminan entrelazándose con la interpretación en directo de “The Judge”. Porque como decimos, nada es casualidad esta noche: Los temas de "Blurryface" (2015) siguen rugiendo desde lo más hondo del Palau, la raíz de todo lo que vino después y tras una década de su lanzamiento, sigue siendo uno de los discos imprescindibles en su setlist.

El Palau se divide en dos: escenario principal al frente y pequeñas tarimas al fondo, para que todos puedan tener su fragmento de intimidad. No hacen falta grandes discursos para conectar, la cosa va de gestos. Detalles como tocar “Doubt” en su versión demo —una rareza rescatada solo para esta gira— hablan por sí solos. A su alrededor, piezas como “Heathens”, con su atmósfera densa y teatral o “The Line” amplían el terreno emocional. Y justo cuando parece que el tono se vuelve introspectivo, llega “Ride” para levantar el ánimo con esa dosis de pop luminoso, invitando a un joven fan sobre ese pequeño escenario secundario.

Twenty One Pilots

Como toda buena ópera rock, el final tiene que ser una gran catarsis colectiva. “Stressed Out” y su delicada transición tras “Midwest Indigo” bañada de un confetti que parecía nieve artificial abre el acto final. Tyler y Josh bajan al centro de la pista, rodeados de un círculo humano que late al mismo compás. Suben a unas tarimas improvisadas, la batería truena sobre bidones metálicos y el confeti rojo cubre cada rincón mientras suena “Trees”. No se trata de un ritual vacío, sino de una comunión sincera: dos narradores que entienden que su música no existe sin la gente que la habita.

Y entre esos fuegos cruzados de rap, pop, rock alternativo y herencias emo, emerge algo más grande: una comunidad que trasciende edades, entre aquellos que ya peinan canas y vieron a Twenty One Pilots como unos sucesores naturales de los últimos coletazos del emo y aquellos fans más jóvenes que han encontrado en estas ciudades distópicas y de control mental el mejor escenario en el que expresar su angustia adolescente.

Por una noche, el Palau se convierte en una estación de paso en mitad de esa Dema que imaginan Twenty One Pilots. Todo apunta a que la historia de rebeldes llega a su capítulo final con Clancy, y habrá que ver si abre paso a un nuevo ciclo. Lo que es seguro es que, mientras sigan cantando sobre demonios —reales o figurados, envueltos en metáforas—, Twenty One Pilots seguirá siendo una de las bandas con mayor proyección emocional, narrativa y escénica del momento.

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