El Turmalina Fest llegaba con energías renovadas tras la suspensión el pasado año debido a motivos climatológicos. Con un cartel heterogéneo de difícil identificación, Turmalina mezclaba propuestas mainstream, algún escarceo con el indie y conciertos de pequeño formato y corte más intimista, siendo la cita fuertemente apoyada por el sector gastronómico de la comunidad foral.
Melenas abrieron la jornada festivalera en la que el público empezaba a entrar a La Ciudadela. La mayoría se afanaba en resguardarse del sol y tomarle el pulso al recinto en sus primeras horas. Las pamplonicas mostraron la evolución que están tomando sus canciones desde que pasean su directo por la geografía mundial, mostrando algunas creaciones nuevas fuera de su álbum de debut. Fueron de menos a más ante el poco público allí presente, aunque quizá habría que afirmar que esta no era su plaza.
Tras ellas, Rubén Pozo & Lichis se presentaron en formato acústico tras un viaje largo que los traía de Málaga y eso se notó en la desidia con la que encararon algunos momentos del show. Sacándole brillo al cancionero de ambos por separado, con Rubén a la guitarra eléctrica y Lichis en tono acústico, su concierto resultó excesivamente marcado por la iconografía de la música americana. Es tanta la diferencia frente a sus otros proyectos de éxito que hubo quien pidió algo de La Cabra Mecánica a viva voz encontrándose con un no tajante del que fuera voz del grupo de fusión madrileño. “Chatarrero”, “Santa Rita” “Teloneros de lujo” o “Horas de vuelo” piden a gritos el formato porche y mecedora que Turmalina les ha ofrecido. Todo un acierto.
Alice Wonder abrió la tarde frente a un público sentado frente al escenario principal. Y es que la posición horizontal fue la tónica general del evento. Mucha más voz que canciones en directo las de esta madrileña que se acaba enfangando en un pastiche techno-rock noventero sin concretar. En los momentos más íntimos es donde se averigua el potencial de Alice, artista de la que se espera todavía más tras un el notable primer disco “Firekid”.
Entrada la tarde, Luis Brea y el Miedo tuvo que vérselas con la indiferencia general del público que hacia uso de la ciudadela como lugar de esparcimiento. Su pop vitaminado de corte powerpopero de canciones como “Nueva Generación” o “El Verano del Incendio” no tiene nada que envidiar al de aquellos reconocidos en el star system del indie pop que llenan los festivales de verano. Le dejamos a deber pues un show con el público acorde al esfuerzo de la banda por hacerse oír.
Tras él, llegó el plato fuerte de la jornada con Rozalén y ya todo público puesto en pie por primera vez durante el festival. Desbordando carisma desde el minuto uno y mezclando la copla, los aires rumberos y verbena gipsy, su concierto fue uno de los que mayores aplausos desató de toda la jornada. La música de Rozalén aparentemente no comparte las coordenadas de la canción protesta, pero bien puede ser un ejemplo de cómo unir optimismo, compromiso social y una veta sincera desde el discurso musical de la canción pop. Prueba de este compromiso es tener tiempo para la memoria histórica (“Justo”) , la violencia de género ( “La Puerta Violeta”) o llevar consigo una intérprete de signos, fomentando así la inclusividad. En su show también hubo momentos más tiernos como “Comiéndote a Besos” o “Antes de Verte” con los miembros de la banda haciendo las voces que el en disco son propiedad de Kevin Johansen. Con una despedida con toda la banda bailando sobre el escenario, Rozalén pasó de nuevo por Pamplona dejando su visión del mundo entusiasta y 100% real. Ojalá la mitad de discurso integro y humildad en el mundo del indie.
El fin de fiesta le tocaba a Depedro ya de vuelta al escenario pequeño. Con Jairo Zavala a la cabeza, volvieron a dar una lección a la vez que hicieron disfrutar a una legión de fans que se van sumando en cada uno de sus conciertos en Pamplona. Rescató “Como el viento” de su etapa inicial, se acordó de su no presencia del año pasado en “Noviembre” y hubo muchas reminiscencias a la música latina con “DF”, “Panamericana”, y una “Llorona” antes de los bises. En su vuelta final al escenario encararon “Flores y Tamales” y “Comanche” en modo fiesta. Un concierto que se hizo corto pero que seguro que no volveremos a tardar en volver a ver por la capital navarra debido al éxito que cosecha siempre su presencia sobre los escenarios de Pamplona.
Con el cierre de Depedro terminaba Turmalina Fest, una propuesta con mayores réditos en lo gastronómico que en lo artístico, con un cartel diverso que pide a gritos un reajuste estilístico y una mayor definición en lo musical si realmente quiere apostar por que la música sea algo más que el ruido de fondo de la experiencia gastronómica.
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