Pocas veces lo tiene un crítico musical tan fácil como hoy yo. El asombroso guitarrista Marc Ribot presenta en España su proyecto The Young Philadelphians, otro más de muchos que, como siempre en su caso, tienen tanto de diferente entre sí como de 100% Ribot. Si la excelencia musical fuese sinónimo directo de personalidad, originalidad y un sentido creativo extremadamente poliédrico, podríamos considerar a Ribot como el guitarrista más imponente de su generación. Se mueve con idéntica comodidad tocando rock, free-jazz, folk o pop, infectando de su propio carácter cada proyecto en el que participa, ya sea con Tom Waits, John Zorn, Elvis Costello o algunas de las mejores producciones de T-Bone Burnett o Joe Henry.
Dicho esto, aquí viene lo fácil, ese momento de la reseña en la que el crítico, intentando describir el proyecto, ensambla una oración como esta: “es como si The Young Philadelphians Marc Ribot mezclase su efervescente guitarra con la sección rítmica de los míticos Prime Time de Ornette Coleman, la guitarrista de jazz y vanguardia más excitante de los últimos veinte años y un trío clásico de cuerdas para tocar éxitos de los legendarios sonidos del Philly Soul de los 70 pasados por la estética underground del downtown neoyorquino a finales de los 80”.
¿Por qué me resulta tan fácil construir esta descripción llena de referencias? Porque esto es, literalmente, lo que son The Young Philadelphians: la voluptuosa rítmica free-funk de Jamaladeen Tacuma y Calvin Weston, adoptada por Ornette Coleman en sus aventuras électricas entre finales de los 70 y primeros de los 80, la guitarra de Mary Halvorson, protegida de Anthony Braxton y, sin ninguna duda, lo más interesante que le ha ocurrido a la improvisación en guitarra en mucho tiempo, y un trío de cuerda que lanza arreglos de puro MFSB a las violentas versiones de Ohio Players, Van McCoy o The Stylistics acometidas por la contundente banda de Ribot.
En directo, la explosión del universo del guitarrista, cocinado al calor de sus experiencias con Zorn y los Lounge Lizards, en contraposición a la caricia soul de grandes como Archie Bell, Harold Melvin & The Blue Notes, los Delfonics y todas aquellas producciones de Gamble y Huff, es una verdadera maravilla. Hubo ciertos peros en el concierto en San Sebastián (parece que en el Kursaal no les quedaban pies de micro que, por paradójico que suene, sujetasen apropiadamente un micro), y fue una verdadera lástima que la guitarra de Halvorson quedase enterrada en la mezcla (y en la aplastante batería de Weston), pero el concepto, la música y la interpretación fueron sobresalientes. Un concierto como el propio Ribot: personal, original y de una creatividad fuera de serie.
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