Creo yo que, a estas alturas, no resultará necesario recordar de nuevo los motivos por los que el último disco de Tricky mola bastante menos que sus predecesores. Aunque como nunca está de más rajar de Live o Alanis Morissette –lo siento, qué esperaban de un servidor- aprovecho y les culpo de haberle desorientado, aun a sabiendas de que ha sido el propio Tricky el único causante de lo expuesto en “Blowback” –de lo bueno, sí, y de lo malo-. Aparcado el tema, centrándose en el directo, debemos subrayar que el británico sigue sonando oscuro, oscurísimo, aunque con matices ciertamente distintos a los que nos tenía habituados hasta la fecha. Ahora, sobre el escenario, su densidad dista un techo del trip hop de antaño para sumergirse en arrebatos rockeros que marcaron, quizás, su ya lejana segunda actuación en nuestro país. Peca de buscar la densidad a base de contundencia, pero por suerte mantiene la fuerza incluso cuando Nicky Love deja maltrechas piezas tan indispensables como su relectura de “Black Steel” (por suerte, MC Hawkman sí dio la talla con su ragga vacilón), o cuando alargaba temas más allá de lo recomendable. En todo caso, abigarrado como realmente pocos artistas británicos, Tricky dejó claro nuevamente que una cosa es el disco y otra el directo, ahora, hoy por hoy, le prefiero sobre un escenario, esencialmente porque nos apabulla y nos hiere, porque nos hace sentir algo distinto o porque es capaz de conseguir que olvidemos lo decepcionantes que suenan algunas piezas de su último disco y transformarlas para que se mantengan al mismo nivel que sus compañeras de set list.
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