Los chicos de Travis deben sentir en sus conciertos que vencen sin bajar del autobús o, si lo prefieren, que está todo el pescado vendido de antemano ante un público entregado y conocedor de ese buen puñado de excelentes tonadas que embaucan a la vez que cautivan. Seguidores que no fueron capaces de llenar la sala grande del Razzmatazz, que presentaba una buena entrada pero sin agobios, y que respondieron con pasión a los distintos anzuelos melódicos que se les ofrecían desde el escenario. Momentos que tuvieron su punto álgido en esa demostración de forma escénica que nos dispenso Fran Healey, con una estremecedora “Flowers In The Window” interpretada a pelo con la acústica pero sin micro ni electrificación alguna y mecida por un sepulcral silencio de respeto. Uno de esos instantes que quedará en el recuerdo de los asistentes, al igual que los esfuerzos del vocalista por comunicarse con el respetable. Como cuando finalizó “Peace The Fuck Out” y contó su experiencia de grabación entre los holigans de un partido de fútbol o los numerosos alegatos contra la guerra que, con tanta habilidad, han recogido en su último trabajo en canciones como “The Beautiful Occupation” o “Re-offender”. Un último álbum del que no escatimaron piezas como “Somewhere Else”, “Love Will Come Through” o “Happy To Hang Around” seguros como están, de que se encuentran a la altura de clásicos de su repertorio como “Side” o “Sing”. Temas todos ellos que en directo adquieren un importante poso de pop sinfónico, gracias al protagonismo de unos teclados que lo ocultan todo (había que hacer un esfuerzo por distinguir la guitarra) y que a la vez dotan del suficiente tono épico a unas canciones sencillas a las que tan solo cabe acusar de tener estructuras melódicas parecidas y de poco riesgo. Una trampa oculta en el cartón de las apariencias de lo sublime, que sin serlo camelan.
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