Trash'n Ready, gran noche de reggae

Todo estaba programado para una noche de acción, como dirían Mano Negra, y lo cierto es que las bandas convocadas al amparo del Trash And Ready Festival no defraudaron para nada. Grupos que pusieron la guinda en el pastel de los sonidos jamaicanos, para que todos disfrutáramos de lo lindo con unas sonoridades que no son muy habituales en Barcelona, aunque visto el éxito de la convocatoria de esta primera edición, la promotora de este mini festival de un solo día ya está pensando en futuras convocatorias. Nos alegramos, pues más allá del gran evento que supone el Rototom de Benicàssim, los aficionado al reggae, el ska y en general a los sonidos jamaicanos, andan algo necesitados de grupos que refresquen una escena que va mucho más allá de los nombres de siempre.

Para clásicos, sin embargo, nada mejor que contar con un icono de la música hecha en Jamaica como los Skatalites para caldear el ambiente y provocar los primeros bailes entre un respetable que poco a poco iba llenando el recinto. Cincuenta minutos de sonidos old school bastaron para dejar patente que el que tuvo, retuvo y que siempre es garantía eso de recurrir a los que dieron cuerda a este reloj del ska y el reggae a mediados de los años sesenta. Tras ellos le tocaba el turno a Black Uhuru, otro de esos grupos veteranos que han pasado por un sin fin de visicitudes y formaciones a lo largo de su carrera, pero que demostraron que el mensaje intrínseco al reggae basado en la paz y en el amor están más que vigentes. La banda capitaneada por Duckie Simpson con un buen apoyo coral como seña de identidad del grupo, lograron que la gente se balanceada cálidamente, dejándose llevar por la música y la felicidad que esta desprendía. Aunque sin duda el plato fuerte de la noche nos lo pusieron Soja sobre la mesa. La banda de Arlington, Virginia, que lleva una década revitalizado el género con su desparpajo, buen rollo y esos pequeños toques pop tan elegantes, provocó el desenfreno entre los más jóvenes con canciones como “I dont wanna wait” que se convirtió en un “no quiero esperar” en la voz de un Jacob Hemphill que, con trucos como este, consiguió meterse a todo el mundo en el bolsillo. Pues si de algo se trataba esa noche es de disfrutar, bailar y salir con una sonrisa cósmica de oreja a oreja cargada de buenas vibraciones, y olvidarnos por un momento de la canícula veraniega.