Toro y Moi, a medio gas
ConciertosToro Y Moi

Toro y Moi, a medio gas

7 / 10
Enrique Peñas — 04-12-2011
Empresa — Miles Away
Sala — Moby Dick, Madrid
Fotografía — Alfredo Arias

Tras el fiasco de Washed Out hace un mes, y después de que a lo largo de las últimas semanas hayan pasado por Madrid otros nombres (Beat Connection, Com Truise, Neon Indian) más o menos afines a lo que en su día se dio en llamar “chillwave”, le llegaba al turno al proclamado como uno de los presuntos cabecillas de un género aún más presunto. El caso es que, bien porque era su tercera visita en poco más de un año (además, una de ellas en el marco del multitudinario Día de la Música), bien porque pillaba en domingo y en mitad de un puente, la Moby Dick apenas registró algo más de media entrada (unas 150 personas); y eso que Toro y Moi es uno de los nombres de moda y que su segundo álbum, “Underneath the pine”, está llamado a estar bien arriba en las listas de lo mejor de este 2011 a punto de echar el cierre. También están los que han concluido que con John Maus, cuyo nombre protagonizaba las conversaciones en numerosos corrillos, ya lo han visto todo. El caso es que tocaba volver a la normalidad de los conciertos, presentando un guión que deparó pocas sorpresas y en el que el aún reciente EP “Freaking out” servía como reclamo, con “All alone” como tema que mejor confirma el cambio de registro de un Chaz Bundick que parece no querer mayor protagonismo, situándose a la derecha del escenario, parapetado tras el teclado, como ya hiciera el pasado mes de junio en el Matadero.
Si en disco poco queda de la ensoñación primeriza de “Causers of this”, en vivo todavía menos, entregándose al funky, la música disco y un sonido de corte negroide que actualiza el legado de la Motown e invita a bailar desde el primer minuto, con hits como “New beat” o “Still sound” marcando la pauta de lo que a día de hoy es el grupo de este joven de Carolina del Sur. Eso sí, lo que empezó de forma notable, incluyendo la remozada interpretación de “Talamak”, adaptada a esta nueva realidad, perdió fuelle en el tramo central del concierto, a la espera del desmelene que por un momento parecía intuirse y que, lástima, no acabó de llegar, sin explotar las posibilidades de canciones como “Elise”, que podía haber sido un espléndido fin de fiesta pero que se quedó en una ejecución correcta en exceso, casi tímida. Suerte que por allí sonaron una vigorosa y profunda “How I know”, que de verdad muestra todo lo que puede Bundick puede dar de sí, mirándose en el espejo de The Free Design, y, como punto final, la pretérita “Low shoulders”, tan eficaz como el primer día, cuando su autor aparecía como ejemplo más claro de una efímera etiqueta a la que él puede decir que ha sobrevivido.

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