Novena edición ya del Tónal, festival vallisoletano alejado diametralmente del formato y las preferencias habituales dentro del circuito, que en esta ocasión acercó a un total de siete artistas y varias nacionalidades a la Sala Blanca del Laboratorio De Las Artes De Valladolid (LAVA).
La jornada del viernes fue inaugurada por los locales Casa, en el que además significaba su estreno sobre las tablas. Una propuesta de extrema delicadeza que, en directo, se vio irremediablemente lastrada por numerosos problemas técnicos y una lógica falta de soltura. Unas complicaciones que, en cualquier caso, no impidieron apreciar la dolorosa belleza de su obra, sobre todo gracias a la bonita interpretación de Juan Díez (ejerciendo al margen de su otro proyecto Frieda’s Still in Love). Tras ellos llegó el turno del dúo femenino formado por María y Julia en Pega Monstruo, quienes demostraron que para sonar tremendamente consistentes y adictivos no hace falta ser una formación numerosa. La dupla portuguesa sólo necesitó voz, guitarra y batería para ofrecer un concierto eléctrico de gran intensidad (siempre mantenida), con claro sabor añejo y pespuntes garajeros. La noche terminó con la impactante presencia de Anna Meredith y su banda. De popularidad creciente en Reino Unido, lo lógico sería que cada vez se oyese hablar más de esta artista multifacética fuera de las islas. El combo presentó unas composiciones personalísimas que se mueven entre el clasicismo (tuba y chelo incluidos) y la modernidad más absoluta. La suya fue una actuación apabullante e inquietante, desplegando canciones crecientes en las que electrónica, sintetizadores y loops se alían con las maneras tradicionales del quinteto, hasta convivir en un maravilloso (y en realidad controladísimo) caos. Su paso dejó la sensación de haber visto algo incontestable, trascendente y, desde luego, único.
Ya el sábado, la noche fue estrenada por Wladyslaw Trejo -conocido artísticamente solo como Wladyslaw-, y su electrónica con alma punk. Una obra en la que comparten protagonismo la tecnología bien desarrollada y letras oscuras remitentes a Parálisis Permanente o incluso Golpes Bajos. En un escenario preciosamente adornado para la ocasión, el músico logró completar una actuación misteriosa e interesante. La presencia del dúo londinense Virginia Wing había levantado considerables expectativas, pero suyo fue el concierto más gris de todo el evento. La dupla formada por Alice Merida Richards y Sam Pillay se manifestó como una versión infinitamente menor de Broadcast, con un sinfín de bases pregrabadas, la limitada (y poco carismática) interpretación de Richards y canciones ramplonas conduciendo hacia la definitiva decepción. Más animados estuvieron Le Parody con su fusión de géneros, si bien el suyo tampoco fue un concierto para recordar. El trío cumplió expediente, pero estuvo por debajo de su nivel habitual de implicación y complicidad con el público. Unas circunstancias que hicieron que, en conjunto, su paso por el Tónal resultase algo pobre. A nivel de popularidad, el gran protagonista de la noche era C. Tangana. La presencia del MC en el cártel arrastró a un público jovencísimo que ocupó la primera fila desde la apertura de puertas. El madrileño cumplió con lo esperado y su hip hop agresivo y explícito conectó y caló, sobre todo con ese público juvenil. El suyo era un triunfo seguro de antemano, después de haberse convertido en uno de los principales representantes del género en nuestro país.
Luces y (algunas) sombras, en definitiva, en un festival que en cualquier caso se mantiene como bastión imprescindible e impertérrito, necesario para degustar propuestas arriesgadas y, casi siempre, de gran calidad e interés.
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