Tres larguísimos años han tenido que pasar para que nos reencontráramos con el festival madrileño, convertido desde hace tiempo en referencia de evento mediano con vocación familiar y un listado manejable de artistas. Tres años muy difíciles que han dejado atrás (toquemos madera) una pandemia con efectos profundos en una escena musical tocada pero no hundida, que intenta a marchas forzadas compensar el tiempo perdido.
Así sucede con el nuevo Tomavistas, metáfora viva de las ganas que hay de recuperar una realidad en la que se pueda disfrutar de eventos multitudinarios sin molestas restricciones. Por desgracia, no todo podía ser coser y cantar: la breve e intensa tormenta del sábado, que paró en seco el concierto de Camellos y se cargó el de Kings of Convenience -quienes renunciaron a tocar para no descuadrar los horarios-, despertó viejos fantasmas, aunque los asistentes se tomaran el incidente con un jovial estoicismo muy local. Hasta entonces, quitando la abrasadora canícula del viernes y los problemas logísticos del jueves, la cancelación a última hora de la actuación de Las Ligas Menores era la nota negativa de un evento en el que parecía que, por fin, todo se iba a ajustar a lo previsible. Las nubes no estaban de acuerdo.
Cierto que el cambio del agradabilísimo parque Tierno Galván al asfalto de IFEMA no resultaba especialmente favorecedor -imposible competir con el pintoresco anfiteatro y tantos árboles en una ubicación mucho más céntrica, más cuando la línea 8 de metro sigue cortada-, pero la esperada sexta edición lo compensaba con tres escenarios que apenas se solaparon y un cartel tan atractivo como ecléctico. El recinto es más agradable de lo previsible, con asientos abundantes bajo una zona arbolada y más food trucks que nunca. En su esperada reaparición la organización ponía toda la carne en el asador reuniendo algunos de los nombres recientes más interesantes del panorama nacional e internacional, junto a veteranos del nivel de Slowdive, Jarv Is o Suede. Nombres, algunos de ellos, que tenían que haber actuado ya en la edición de 2020, y a los que se fueron añadiendo otros tantos hasta completar una lista de lo más sugestiva y multi generacional, que tendía puentes entre el pasado y el presente.
Rojuu - Fotografía de María Alfonso Gallego
Este crecimiento sostenible se puso de manifiesto ya en una primera jornada copada por artistas nacionales emergentes. Jimena Amarillo se encargó de abrir, seguida por un Rojuu que disfrutó de un público cada vez más numeroso y entusiasta. A Cariño, que presentaban álbum, le siguieron Cupido -que, muy en su línea, llenaron el escenario de peluches y tocaron temas nuevos como “Santa” o “Todas menos tú”- y Trashi. No se paró de bailar en el esperado set de Rigoberta Bandini, que luego acompañaría a Alizzz en “Amanecer”. La sorpresa del festival sería la irrupción de C. Tangana para interpretar “Ya no vales”. Sen Senra cerró la jornada con un show intimista.
Un sol de justicia -Biznaga se refirieron a ello amargamente- iba a ser protagonista de la primera parte del segundo día. Aunque las ganas de disfrutar se acabarían imponiendo. La saturación del jueves en las barras dio paso a dos días más tranquilos. Los conciertos se sucedían con puntualidad prusiana y un sonido más que aceptable en lo general, aunque en ciertas actuaciones como la de Goat Girl había un abismo en función de dónde se ubicara el oyente: peaje inevitable en grandes escenarios, que a estas alturas parece asumido por todo el mundo. No obstante, sorprende que en escenarios de estas dimensiones se haya impuesto, como en muchas salas del centro de la ciudad, el dichoso limitador de volumen que impide que la música llegue a oídos del público con la intensidad que requieren muchas de las propuestas. Cosas, supongo, de nuestras ordenanzas municipales.
Pese al todo, Goat Girl se mostraron sobradas de clase y personalidad y se sobrepusieron a la inclemente solanera que caía sobre su escenario, que no favorecía precisamente una propuesta nocturna cocida a fuego lento con protagonismo de su espléndida base rítmica que culminó con el hipnótico hit “Sad Cowboy”. Desde su simpática irrupción en el escenario, Rolling Blackouts Coastal Fever dejaron una impresión inmejorable, dando uno de los conciertos del festival con un reguero de canciones primorosamente construidas y ejecutadas, que recogen el testigo de las grandes bandas australianas.
Kevin Morby
Kevin Morby, chupa de flecos y nombre grabado en el mástil de su guitarra eléctrica, tiró de los espíritus de Dylan y Lou Reed para dar una soberbia lección de clasicismo bien entendido en el primero concierto de su gira europea en la que presenta su magnífico “This Is a Photograph” Poco después Suede, supervivientes de la era del Brit-pop en su versión de revival glam y melodrama, se dieron un baño de masas a partir de la presencia escénica de un Brett Anderson que conserva flequillo, voz y energía. Casi en las antípodas estéticas (y éticas: al shoegaze lo mataron, entre otros, el Brit-pop) están los héroes fundacionales del género Slowdive, que llevaron a buen puerto su elegante pop atmosférico con momentos de intensa crudeza emocional y un público menguante ya a esas horas. Es curioso cómo los británicos han recogido los frutos del éxito en plena madurez, tres décadas después de separarse sin pena ni gloria.
El sábado estuvo marcado por el violento aguacero que a eso de las nueve de la noche convirtió el recinto en un caos de carreras a refugios improvisados que me trajo recuerdos inquietantes relacionados con aquella gota fría que devastó un Benicàssim. La organización facilitó chubasqueros, que aliviaron parcialmente el mal trago a unos asistentes que soportaron estoicamente la fatídica media hora de lluvia helada y vertiginosas ráfagas de viento.
Jarv Is
Para olvidar el mal trago, nada mejor que el concierto de los londinenses Shame, que debutaban en Madrid después de que los visados requeridos por el Brexit malograran su gira. No defraudaron, con un abrumador despliegue de energía juvenil e inteligencia, además de bastantes canciones en absoluta primicia de lo que será su tercer disco. Es decir, un lujazo. Les siguió Jarv Is con otro derroche, el suyo de carisma, buenas canciones, disco melodramático y castellano macarrónico. Culminaría el festival con la parte más electrónica y bailable de Jungle y Confidence Man.
En el apartado nacional, a lo largo de tres días primó la variedad que domina la escena. Además de los nombres mencionados de la primera jornada, Carolina Durante tiraron de hits para meterse a su público en el bolsillo -pogos multitudinarios incluidos, Yawners desplegaron su energía melódica noventera y Biznaga se vistieron casi de The Clash (y por momentos, de sus acólitos 091) para presentar su nuevo trabajo con la solvencia que les caracteriza (lástima que les tocara actuar en lo peor de la canícula). También tuvieron su protagonismo jóvenes valores como La Plata, La Trinidad o VVV [Trippin´You] junto a veteranos como los navarros Kokoshka o los zaragozanos Camellos, que tuvieron que salir corriendo a refugiarse ante el vendaval que les cayó encima en plena actuación. ¿Tranquilidad total en un festival madrileño? Parece que Zeus y los dioses del Olimpo no están por la labor. Y ya sabemos que nada se puede hacer si los elementos se ponen en contra.
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