La sala Moby Dick tuvo, hace tiempo, mucho tiempo, un grupo franquicia. Traían a un grupo inglés, y allí estaban The Sunday Drivers teloneando. Que era americana la banda que actuaba, los toledanos abrían la velada. La gente lo agradecía. The Sunday Drivers crecieron y dejaron de ser el grupo invitado.
Ahora eran ellos los que se habían hecho mayores y a ellos era a quien la gente iba a ver. Fueron haciéndose con público, mucho público. Con gran dolor para Moby Dick, la banda necesitaba aforo, mucho aforo. Pero aquellos que vinieron un día “de Toledo, con la boina calada”, que apuntaba Jero, siguieron acordándose de sus orígenes. Y en un cumpleaños tan especial, el de la mayoría de edad del emblemático local madrileño, los manchegos ofrecieron algo más que un concierto: viejos amigos, amigos artistas, nuevos amigos, amigos orientales, desconocidos amigos, amigos imaginarios, quisieron estar de cuerpo presente en este regalo que le hicieron al Moby.
Compenetrados a la perfección, dejándose llevar por el gran hacer de José María Rosillo al sonido, The Sunday Drivers, una vez más (y van…) demostraron que son buenos, muy buenos. “(Hola) To see the animals” como bienvenida, “She” en el ecuador, y “Rainbows of colours” a manera de epílogo, dejaron claro que a Miguel, Carlos, Jero, Fausto y Lyndon, apoyados por el sexto hombre, el gran Perarnau, les queda camino. Mucho camino por delante. Camino para demostrar que crecer es hacerse grande.
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